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Espigando la Regla del Padre Coll – II

19 noviembre, 2020

Una de las preocupaciones del Padre Coll en los comienzos de la fundación de la Anunciata fue la perseverancia, la fidelidad y la calidad de vida de las jóvenes que se incorporaban al proyecto que proponía a través de la Congregación porque, de la gracia de Dios –con la que ya contaba– y de ello, dependería la fecundidad de la obra. Esto lo dejó reflejado en el capítulo primero de la Regla o forma de vivir de las hermanas, que tiene por título: «De la perfección que se debe adquirir primero para sí».

También hoy, estas cosas esenciales, que hacen al sostenimiento de los proyectos por el Reino, son preocupación de la Iglesia. Nos dice el documento de la CIVCSVA El don de la fidelidad. La alegría de la perseverancia (2020): «Una persona consagrada, en un camino de fidelidad auténtica, lee y discierne la propia historia y se interroga ante todo sobre la “fidelidad del amor”, aprende a escuchar la propia conciencia y a tener una conciencia formada, dotada de juicio recto; disciplina la propia vida para no privar de sentido el cuidado de la interioridad; acoge el don de la gracia divina, promesa y prenda de nuestro “permanecer en su amor” (cf. Jn 15,9)».

En este sentido, las propuestas que hace el Padre Coll en el primer capítulo de la Regla, tienen vigencia en el hoy de nuestra vida consagrada, y conviene tenerlas presentes.

CAPÍTULO I

“DE LA PERFECCIÓN QUE SE DEBE ADQUIRIR PRIMERO PARA SÍ”

 

  • Atiendan primero a su perfección y después a la doctrina y enseñanza de las niñas.
  • Las personas creen más lo que ven con los ojos, que lo que oyen por los oídos.
  • Cristo Nuestro Redentor primero empezó a enseñar el camino del cielo con obras, y después con palabras. Así deben hacerlo ustedes, amadas hermanas: vivir santamente en todo tiempo y lugar.
  • Enseñar por documentos y preceptos es camino muy largo, pero con el ejemplo es muy breve y eficaz.
  • El profeta David pedía a Dios: bondad, disciplina y ciencia, pero lo primero que pedía era bondad.
  • La caridad bien ordenada empieza por sí mismo, esto es, deben mirar y atender con toda solicitud a su propia santificación.
  • Un fuego produce otro fuego, una luz otra luz; así en las cosas espirituales, para enseñar a otro la humildad se debe ser humilde; para enseñar la caridad, debe practicarla primero el que la ha de enseñar.

Hna. Susana Ruani

Prov. Santa Rosa de Lima