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EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS

2 abril, 2019

V DOMINGO DE CUARESMA · REFLEXIÓN SOBRE LA PALABRA

Lecturas del día

Al comenzar a preparar esta reflexión me preguntaba por dónde conducirla, puesto que este evangelio es tan hermoso y tan amplio… ya sea el trato de Jesús con los pecadores e «impuros» de su tiempo, con las mujeres, el análisis de esa difícil combinación entre misericordia y justicia, o tal vez cuestionarnos cómo andamos nosotros de compasión… o de juicio. Sin embargo, puesto que esta lectura está encuadrada en el V Domingo de Cuaresma, pensé que la liturgia debía tener una intencionalidad clara al ofrecerla … Para reconocerla, nada mejor que acudir a las lecturas que acompañan y van preparando el corazón para este evangelio, y que son de una gran belleza.

Y he aquí que nos encontramos con algo maravilloso…

«No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo…» (Isaías 43,18s)

Dios está pensando en sorprendernos; en este camino cuaresmal nos prepara para algo inusitado… Es algo inmenso y hermoso, ya lo canta el salmo y lo remarca la antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres…

Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. (Salmo 125)

Ahora ya podemos comprender mejor la Buena Noticia que el Evangelio viene a traernos hoy… ¡el Señor ha estado grande con nosotros! ¿Con quién estuvo grande y sorprendente, el Señor, en la lectura? Con la pecadora. «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». Hay un misterio grande en esta confianza de Dios, en esta misericordia «por adelantado» que, como al Hijo Pródigo, perdona primero y espera que, a consecuencia de esa plenitud, se dé el cambio de vida.

¿A quién representa la pecadora, entonces? Pues sí, somos nosotras: cada una, o cada uno, en su individualidad, nosotras-comunidad, nosotros-iglesia, humanidad, nosotras cantando que hemos recibido misericordia, nosotros cambiando porque hemos recibido misericordia, nosotros “misericordiando” (como diría el Papa Francisco) por puro agradecimiento… Sí, nuestro pecado mayor tal vez sea haber olvidado la gracia que recibimos primero y sin mérito de nuestra parte.

Que nuestro pecado (el nuestro propio, el de nuestras comunidades, el de nuestra Iglesia que hoy tanto nos duele) no nos haga olvidar esta verdad. Corramos, corramos como Pablo, no porque seamos buenos, sino porque somos deudores de un Amor que nos amó primero y al que deseamos corresponder.

San Pablo no se engaña –él, que fue uno de los que con mayor intensidad experimentó aquello de ser amado, elegido y perdonado cuando todavía era un perseguidor –: hemos sido alcanzados primero por Cristo. No nos dejemos robar la esperanza, la alegría (EG 83.86), aunque experimentemos nuestra propia indignidad… «Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús» (Flp 3, 13s). Así, pues, continuemos nuestro camino cuaresmal, con el corazón agradecido y alegre porque El Señor ha estado grande con nosotros, acrecentando esos deseos de correr con los otros hacia la Vida, «todo para conocerlo a Él, y la fuerza de su resurrección» (Flp 3, 10).

Hna. Luciana Farfalla Salvo

Provincia «Santa Rosa de Lima»

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