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EL AMOR EN TIEMPOS DEL CÓLERA

30 marzo, 2020

El amor en tiempos del cólera: es el título de una conocida novela de Gabriel García Márquez. Nunca la he leído, ni sé de qué se trata; probablemente de alguna bella historia de amor entre un hombre y una mujer… Pero ese título, en estos días inciertos, me trajo a recuerdo algo leído en Testimonios…

«Vino el azote del cólera el año 1854, época en que [este testigo] cursaba el primer año de Retórica, y observaba con más fruto las nobles cualidades del P. Coll, Vicario de Moyá. Su celo era incansable con los enfermos y en el confesonario. Durante aquellos aciagos días, P. Coll, el Sr. Arcipreste Dr. Castañer, después Obispo, y el Rdo. Isidro Dalmau, hoy Decano de la Rda. Comunidad, cada noche celebraban función de desagravios, predicando cada día y animando a los atribulados moyanenses[1]».

Hoy puedo comprender este testimonio mucho mejor de lo que lo comprendía hace tan solo un mes. Es como que se me hubiera dado una llave. Si he de decir la verdad, antes admiraba que el Padre Coll hubiera atendido a los enfermos, a riesgo de contagio, enfermos que por otra parte no tenían posibilidades de ser atendidos en un sistema de salud que no existía.  Pero no entendía del todo ―me parecía algo «de la época»― tanta insistencia en el confesionario, en los desagravios, en la predicación… ¿estarían para actos religiosos aquellos pobres habitantes de Moyá?

Ahora, de una forma inesperada y que no hubiéramos querido, se abre la puerta, se descorre el velo y  vemos claro toda la carga de sentido de aquel breve texto… Ahora más que nunca nos damos cuenta de la importancia que puede tener, en un momento como estos, una palabra de consuelo, una presencia cercana, la asistencia espiritual a un moribundo. Ahora más que nunca quisiéramos tener accesible la eucaristía y poder entregarnos a la Misericordia de nuestro Padre en el sacramento de la reconciliación. Justo ahora, que nos estamos haciendo las grandes preguntas de la vida y de la muerte, es cuando más necesitamos oír una predicación viva, que nos muestre en verdad un camino de sentido y de esperanza. Y ahora más que nunca desearíamos que nos ayuden a crecer en esa comprensión sabia de lo que significa unir nuestros sufrimientos y los de nuestros hermanos y hermanas a los de Cristo. Sí: en los tiempos de coronavirus, como en los del cólera, sentimos tanta necesidad de Dios y de esperanza como de la misma salud.

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Te veo, Padre Coll, te veo recorriendo las calles, llevando consuelo, atendiendo a todos, sus cuerpos, sus almas; veo tu sonrisa, tu cansancio, tu corazón generoso, sacerdotal… tú y tus compañeros, como tantos héroes de hoy, como dijo el Papa… héroes de esos que están firmes en la brecha, mientras que otros y otras también intentamos aportar nuestro grano de arena quedándonos en casa, cuidando la vida, infundiendo esperanza, practicando la paciencia, elevando una oración.

Te veo, sí, Padre Coll, y pienso: Eres nuestra versión, ¡y qué versión tan auténtica! de lo que es el amor en tiempos del cólera.

Hna. Luciana Farfalla Salvo

[1]Testimonio de Leodegario Torruella en Francisco Coll, O.P. Testimonios (1812 – 1931), Vito T. Gómez García, OP, Valencia, HH. Dominicas de la Anunciata, 1993, p. 778. El cólera de 1854 fue una epidemia de grave mortandad, especialmente entre las clases populares.

Fuente de la imagen: “Jesús, el buen samaritano”, p. Marco Rupnik, capilla del hospital Beata A.M., Madrid