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EDUCAR Y ENCUENTRO CON JESÚS

19 octubre, 2021

Retomo las reflexiones sobre la educación que ofrecí en algún post anterior (el 18 y 26 de septiembre) y me centro en su sentido más humano y profundo: educar es sacar lo mejor que uno tiene, madurar, perfeccionar la persona y la personalidad. De pronto el educar nos prepara para el encuentro con Jesucristo, pues sólo en él encontramos la perfección de lo humano. De modo que el que sigue a Cristo se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre. En este sentido el educador cristiano es un misionero que señala el camino, que cada uno debe recorrer por sí mismo, para encontrar a Jesucristo como verdad y vida. Insisto: quien recorre el camino es el alumno. El alumno es el que, al recorrer el camino, se hace maestro. Nadie puede sustituirnos en la tarea de ser cristianos, de acoger el evangelio, de transformar nuestra vida guiados por el Espíritu Santo.

Entender educar como ofrecer información y entender alumno como el que no sabe, tiene su parte de verdad y podría relacionarse con un aspecto necesario, pero insuficiente, de la evangelización. En este primer sentido, evangelizar significaría educar religiosamente enseñar los contenidos de la fe, o sea, aprender el catecismo. Pero aprender el catecismo no es suficiente para ser buen cristiano. Por eso es necesario pasar al segundo nivel de educar como madurar y de alumno como el que se alimenta. En este sentido, uno es cristiano cuando se convierte en una persona madura, a la medida de Cristo en su plenitud y cuando se deja llenar del Espíritu de amor. Se conoce de verdad a Cristo no cuando se saben muchas cosas sobre él, sino cuando uno se relaciona con él y entabla una relación personal de amistad.

Tendríamos así una doble trilogía. Primera: educar = aprender; alumno = el que no sabe; evangelizar = catequizar. Segunda: educar = ayudar a crecer; alumno = el que se nutre para crecer; evangelizar = encuentro con Jesucristo, plenitud de lo humano. Son dos trilogías complementarias, pero la primera sin la segunda vale muy poco.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat