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EVANGELIO DEL DOMINGO 5 DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

5 febrero, 2019

¡Boga mar adentro y echad vuestras redes…!

Lc 5, 1-11

Un domingo más la Iglesia nos convoca a leer, interiorizar y hacer vida un texto del Evangelio de Lucas que nos muestra cómo Jesús se revela en los quehaceres rutinarios mientras los discípulos, quizá en ocasiones como nosotras, lo buscamos en el “mejor momento”.

Aparece en el pasaje tres gestos de Jesús: la predicación (palabra), el signo (la pesca) y la invitación a los apóstoles (la llamada). Lucas sitúa este relato en el capítulo que intencionadamente prepara a la elección y al envío de los Doce a la misión. Jesús ya se ha presentado en la sinagoga confirmando que su vida y misión se realiza -dando cumplimiento a la profecía de Isaías-, por el Espíritu que le llama, le unge y le envía a la humanidad sufriente para proclamar el Evangelio de vida, de luz, de libertad. La imagen de la pesca que aparece en Lucas antes de la Pasión y después de la Resurrección, traduce el hoy y el mañana de la Iglesia habitada por el Espíritu y cuya razón de ser es mostrarse como cauce de misericordia y de gracia para todos.

La barca varada de Pedro, y del Papa Francisco hoy, representa la Iglesia, también nuestras comunidades, cuando viven el cansancio de bregar, de afanarse “toda la noche” para lograr el éxito del trabajo, la fecundidad en la misión, la respuesta a nuestras necesidades. Jesús nos interpela una vez más a no desistir, a no rendirse, a no bajar los brazos trasladando a los demás las responsabilidades.

La pedagogía de Jesús nos enseña en el evangelio de Lucas, aspectos del discipulado: cuando Pedro y sus compañeros estaban habituados a pescar en el lago por la noche, Jesús llena las redes “a la luz del día”; cuando ellos se fiaban de su arte de pesca y de sus fuerzas físicas, Jesús les lanza una palabra en nombre de la cual echan las redes; cuando se rinden al desánimo y al cansancio, Jesús les devuelve la confianza y el espíritu de valentía, de coraje. Y así, ante el esfuerzo físico, las tareas cotidianas, la fatiga que se experimenta con el correr de los años, nos insiste: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”. Dios transforma con su gracia nuestra debilidad, en su momento y a su tiempo, cuando confiamos en su Palabra y arriesgamos la vida, hasta el final de nuestras fuerzas. Quizá se nos pide a través de este Evangelio, salir de nuestros esquemas “ya experimentados”, “ya conocidos”, “ya vistos” que comienzan y finalizan en nosotras para radicar nuestros proyectos en la Palabra que salva, que alienta, que da fruto donde ha precedido la escasez.

La vocación y la misión son obras de Dios, y nuestra respuesta fiel no depende solo de nuestras capacidades y limitaciones sino de la misericordia y la gracia de Dios que mira lo que no sabemos ver, que realiza lo inesperado, que transforma lo que en nuestro juicio parece estar fracasado.

La buena noticia de este domingo es entrar en la dinámica de avanzar “mar adentro” en nuestra vida, salir de la desesperanza, del miedo, del cansancio para encontrarnos con Aquel que hace posible lo difícil o imposible. No podemos vivir y anunciar el Evangelio cuando nuestro interior se mueve entre la desesperación, el miedo y la duda. María durante toda su vida, y particularmente en la Anunciación fue intrépida porque supo confiar en Dios que hace nuevas todas las cosas, abandonándose a su proyecto para nacer constantemente de nuevo.

La clave de bóveda está en las palabras de los que nos han precedido en el seguimiento, la fe de los apóstoles: “en tu nombre, echaremos las redes”, una respuesta coral, que deja un lado las respuestas engreídas y autosuficientes para asumir la riqueza de la diversidad que está tejida de debilidad y de fuerza, de aciertos y de tropiezos, de imperfecciones y de caridad.

El P. Coll nos ayude a vivir este tiempo con la confianza y la mirada fija en Dios que “siempre proveerá” y que llenará nuestras redes “a la luz del día” si nuestra respuesta es valiente, confiada y gozosa en su Palabra.

Hermana Mª José Abad

Provincia «Santo Domingo de Guzmán»