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COMENTARIO DEL EVANGELIO VI DOMINGO TO CICLO B 14 DE FEBRERO

9 febrero, 2021

Del santo Evangelio según Marcos 1,40-45

 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» Enternecido, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.

 REFLEXIÓN

Jesús nos revela un nuevo rostro de Dios Padre en este signo, al querer curar a un leproso, respondiendo con un “QUIERO”. Sublime signo de misericordia y de piedad, pero ante todo un signo de amor por aquel que lo busca para ser liberado y sanado.

Dos situaciones se revelan en la persona del leproso, la primera de ella es la enfermedad de la lepra, lo que lo hacía impuro; y por otro lado la condena de la soledad por parte de la sociedad. Es así que el leproso se acerca a Jesús, con la confianza de ser sanado, depositando en Cristo toda su fe, acción transgresora en su época, para poder llegar al Hijo de Dios y recibir de Él la sanación de su cuerpo y de su alma.

Frente a este hecho, el leproso le dice a Jesús: “¡Si quieres, puedes limpiarme!”, reconociendo en Cristo, al Mesías, el Hijo de Dios, quien vino al mundo a liberar y a sanar, dando dicha y alegría a quienes se sienten excluidos por la sociedad. Y ¿qué hace Jesús en este caso? Se acerca al leproso, transgrediendo las normas de su religión, tocándolo, sin importar lo que podrían pensar las autoridades y la ley de la época.

¿Cuántos de nuestros hermanos se sienten abandonados? ¿Cuántos de ellos son excluidos por sus enfermedades o condición social? Cristo, al acercarse a un pecador, a un leproso, a un cobrador de impuesto, a una mujer adúltera, entre otros, se vuelve un excluido, compartiendo con ellos el desprecio de la sociedad, de las autoridades y de todo aquel que lo ve como un transgresor de la ley. Para ayudar al necesitado debemos calar en lo más profundo de su dolor, de sus necesidades, para compartir con él su tristeza al ser rechazado por los demás, viviendo en carne propia esa exclusión social a la que son sometidos día a día y que muchas veces es injusta. Estamos llamados a liberarlos de su estado, brindándoles la dignidad que merecen.

Jesús al sanar al leproso, le advierte: “No se los digas a nadie”. Jesús no quiere que se revele su identidad, sobre todo la misión a la que fue llamado. Pero el leproso, tras ser sanado, anuncia lo que el Hijo de Dios le hizo, sanarlo y devolverle su dignidad frente a los hombres, reintegrándolo al círculo social, convirtiéndose en un hombre como los demás, ya que ha Jesús le mueve la compasión; a él le duele la enfermedad y la exclusión social de las personas.

Vivamos esa misma compasión, mirando a los ojos a aquel que nos necesita, a aquel que ha sido excluido, a aquel que sufre y se siente menos que los demás. Todos somos hijos de Dios, por lo tanto, estamos llamados a actuar como tal, como verdaderos cristianos que viven y proclaman el Evangelio de Jesús.

JAIME CAMPILLAY JIMÉNEZ
COLEGIO SAN FRANCISCO COLL
LA SERENA – CHILE