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COMENTARIO DE LAS LECTURAS DEL DOMINGO XXVIII – AÑO A · 11 de octubre

6 octubre, 2020

1ª. Lectura: Isaías 25, 6-10
“El Señor destruirá la muerte para siempre, secará las lágrimas de los ojos de todos y hará desaparecer en toda la tierra la deshonra de su pueblo…”

El Salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta”
En Israel el pastoreo tenía una función muy importante en la vida colectiva. El pastor era el guía, el que daba seguridad, el que llevaba hacia prados de hierba fresca. Son unas imágenes que nos remiten al Éxodo y a la tierra prometida y que sirven para describir la experiencia del camino con Dios al largo de la vida.
El pastor se convierte, en la segunda parte, en un anfitrión que nos invita a su mesa, símbolo de sabiduría y de participación en la vida litúrgica.
El salmista que se nos presentaba como un cordero, ahora se ha convertido en un huésped, familiar de Dios, con quien comparte su intimidad.

2ª Lectura: Flp 4,12-14.19-20
“…Y a todo puedo hacer frente, pues Cristo es quien me sostiene…”

EVANGELIO: Mateo 22, 1-14
“El reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete para la boda de su hijo….
La parábola de los invitados al reino estaba dirigida a los judíos. Si los evangelios fueran un libro como otro, si sólo narraran la vida de un hombre o los comienzos de un movimiento, ahora podríamos entretenernos en hacer historia, o sacar de la narrativa algunas consideraciones ejemplares. Pero los Evangelios son más que eso.

La parábola se dirige a nosotras. Bajo los ejemplos, de algunos hechos ordinarios de su tiempo – los cinco pares de bueyes, una boda, la compra de un campo – hay una advertencia muy actual. También nosotras, hoy, podemos encontrar excusas para evitar la invitación constante del Señor. ¿A qué nos invita?: a imitar a Jesucristo en el gozo de saber que el Padre nos ama, y responderle esforzándonos en amar a los hermanos como Jesús nos ha amado. Todo tipo de leyes están incluidas en esta invitación al amor. La parábola nos habla de la condición necesaria para acoger esta invitación.

En resumen, podríamos decir que la condición es sentirse pobre e insatisfecha. Una persona rica, que se imagina que lo tiene todo, satisfecha de lo que tiene, y satisfecha significa que no quiere desear nada, una persona como esta, ¿a qué puedes invitarla? El par de bueyes, los campos, la boda, los placeres, todo esto ya le llena. No le falta nada: ¿qué más puedes ofrecer?

En esta apreciación satisfecha, hay un error trágico: el error de medir lo que uno es, por lo que uno tiene y, puede ser que tenga mucho, sin que él mismo sea una gran cosa. La invitación de Dios no se mueve a nivel de tener, sino a nivel del ser. La invitación de Jesús es a ser como Él es. Por eso habla de un nuevo nacimiento, y San Pablo, de una nueva criatura. Aquí podríamos retomar la famosa pregunta  repetida hoy: «¿Qué hacen de más los cristianos, que no hagan los otros hombres?» La respuesta debe ser muy humilde, pero en absoluto avergonzada: «Ni tenemos, ni hacemos; seriamos unos pretenciosos de creerlo. Hemos escuchado simplemente la invitación a hacer algo nuevo, y hemos dicho que sí con una profunda gratitud”

Toda persona que escucha la llamada del bien, del amor y de la justicia está acogiendo a Dios…

He aquí las preguntas para la reflexión…

  • ¿Dónde buscamos la felicidad? En nuestro propio bien, buscamos un goce inmediato e individualista…
  • ¿Qué hacemos las religiosas que no hagan los demás?

Hace pocos días, que Monseñor Pere Casaldaliga, ha partido de este mundo para ir a encontrarse con el Padre, se ha ido un hombre que pasó por esta vida haciendo el bien, un profeta de nuestro tiempo. Como él escribía:

“Al final del camino me dirán
¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada,
Abriré el corazón lleno de nombres.

Que al final de nuestra vida, también nosotras, podamos decir lo mismo.

Que la Virgen de la Anunciación y el Padre Coll, nos ayuden en este camino.

Hna. Paquita Borrull Masachs
Provincia de Sant Ramon de Penyafort.