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COMENTARIO DE LA PALABRA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN 2022

7 agosto, 2022

La Iglesia y la Orden de Predicadores celebra hoy la solemnidad de santo Domingo de Guzmán. Predicador infatigable de inicios del siglo XIII que encarnó la Palabra y dedicó toda su vida al ministerio de la predicación en un mundo confuso e inquieto de luz y de verdad.

Domingo: mensajero que cuenta las maravillas del Señor

Los pies de Domingo fueron pies de mensajero que recorrieron el sur de Francia anunciando la Buena Noticia, pregonando la justicia y haciendo visible el Reino de Dios que infunde paz en medio de una sociedad necesitada de la verdadera doctrina (cf. Is 52, 7-10).

Domingo es ese mensajero que no se cuenta a sí mismo, sino que cuenta y proclama con fuerza las maravillas del Señor y funda una Orden- la Orden de predicadores- para que estas maravillas del Señor sean proclamas por todas las naciones, para que la verdad del Evangelio ilumine la vida de las personas.

A tiempo y a destiempo

Domingo encarnó las palabras de San Pablo a Timoteo (Tim. 4,1-8) proclamando la palabra, con respeto, desde el diálogo y la convicción de que ese era el mejor modo de predicar; sin desistir ante las dificultades, insistiendo a tiempo y a destiempo, argumentando, reprochando cuando era necesario, exhortando… y soportando los padecimientos. Supo desempeñar con fidelidad su tarea de evangelizador. Fue consciente de que la verdad de Dios no siempre es fácil de comunicar porque la Verdad denuncia las injusticias y reclama compasión, misericordia, fidelidad…

Y ser luz de la Iglesia

Domingo supo arrojar luz, supo hacer brillar la luz del evangelio e iluminar en medio de la oscuridad de la herejía cumpliendo el mandato del Señor: “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos». Mt 5,13-19.

Hoy, en pleno siglo XXI, Dios también nos llama como a Domingo a ser mensajeros de la Buena Nueva y a vivir y proclamar con fuerza, a tiempo y a destiempo la palabra de Dios. Y nos llama a hacerlo con la fuerza y energía de la luz y la discreción de la sal que se disuelve y aparentemente desaparece, pero que está ahí dando el necesario sabor. ¡Seamos luz y sal!

Hna. Gloria Cañada Millán

Dominica de la Anunciata