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COMENTARIO DE LA PALABRA DEL DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

25 julio, 2022

En la Liturgia del DOMINGO XVIII DURANTE EL AÑO, en la PRIMERA LECTURA, el Eclesiástico plantea con amargura el enigma de la precariedad de la existencia humana; ni la sabiduría antigua ni la enseñanza religiosa de la época aportaron respuesta alguna satisfactoria. ¿No sentimos, en esta sociedad de consumo, una atracción invencible hacia los bienes materiales que procuran el bienestar y esperamos la dulzura del vivir?

Si hay que buscar el sentido en el único nivel de un humanismo terrenal, la vida no es más que vanidad y no merece ser vívida.  Ante la muerte inevitable, nada valen ni la riqueza, ni el saber. Y, con todo, cuanto más avanzamos en la vida, más presentimos cómo es de caduco y precario todo aquello que la muerte, a cada instante, puede hacer desaparecer.

En LA SEGUNDA LECTURA la carta de San Pablo a los cristianos colosenses se expresa así: hermanos, ya que habéis resucitado juntamente con Cristo, buscad lo que es de arriba, en donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; amad lo que es de arriba, no aquello que es de la tierra. Cuando se manifestará Cristo, que es vuestra vida, también vosotros, junto con Él, permaneceréis llenos de gloria.

Así pues, el cristiano, transformado en hombre nuevo por el Bautismo y viviendo con esperanza su vida definitiva en el Cristo cerca del Padre, no limitará su horizonte únicamente en las cosas de la tierra, por más válidas que sean, ante todo intentará, progresando en el conocimiento y en el amor de Dios, manifestar a través de toda su vida su vocación filial y fraterna en Cristo.

El EVANGELIO relata el hecho que uno de la gente pidió a Jesús que convenciera a su hermano a que compartiera con él su herencia. Jesús le contestó si alguien le había encomendado que hiciera de juez o de mediador entre ellos.

Si Jesús rehúsa hacer de árbitro en una querella de herencia es porque cree que los bienes terrenales son incapaces de asegurar la verdadera vida.

Jesús les comenta el hecho con la parábola de un hombre rico que no sabía donde podría guardar tan abundantes frutos de que se proveía. Después de mucho pensar, se dijo que destruiría todos sus graneros y que haría construir otros, de mayores dimensiones, en donde podría guardar todo el grano y todos los elementos que poseía de rica mercadería. Siguió pensando en que tenía reserva para varios años, pero Dios le reclamó de inmediato la deuda de toda su vida.

La parábola del rico insensato viene a ilustrar la vanidad de toda codicia hacia las riquezas de aquí abajo. La previsión en ella misma no es mala, pero la de este rico indica precisamente falta de previsión. Organiza su vida sin tener en cuenta a Dios: es un insensato ¿Qué precio tendrán sus riquezas a la hora de su muerte? Pasarán a otros. Si las hubiera compartido con los pobres, habrían llegado a ser para él un tesoro para siempre.

Seducido por Cristo, el cristiano se siente en adelante menos atraído por aquello que no es Dios. No desestima de ninguna manera la consistencia y el valor de las cosas humanas, pero las sabe relativas, después que ha experimentado su poder de acaparación. Rehúsa hacerse ídolos, de volverse un esclavo de ellos. Entonces se vuelve humildemente hacia el Señor, su Absoluto. Así reencuentra la libertad de los hijos de Dios y se afianza finalmente, en la compartición con sus hermanos más pobres, las únicas riquezas que nos superan.

¿Qué podemos decir que nos aporta la reflexión de los textos y a qué nos compromete? No se nos pide el tener que renunciar en absoluto a los bienes de este mundo, pero sí vivir conforme a las necesidades que procuran el bienestar normal requerido.

Gna. Carme Baraldés