NOTICIAS

COMENTARIO DE LA PALABRA DEL DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

19 julio, 2022

A veces nos gustaría que la oración fuese algo mágico que Dios se estuviese metiendo continuamente en nuestras vidas, curándonos de una enfermedad, consiguiéndonos un puesto de trabajo, haciendo que aprobemos un examen, evitándonos un accidente.

Pero la oración no es magia. Dios nos hizo libres, autónomos, responsables y somos nosotros los que hemos de encargarnos de que la sociedad, la naturaleza, la vida, el mundo sea cada vez mejor.

Sin embargo, Dios sabe que tenemos miedo, dudamos de nuestras fuerzas, tenemos tentaciones de huir cuando los vientos soplan en contra. Y es por eso que nunca nos deja solos, nos deja con su Espíritu Santo, que es su aliento de vida para darnos luz, paz, constancia, protesta, lucha, sosiego.

Jesús fue siempre una persona con una cálida experiencia de Dios en la que encontró el motor de su vida libre, creativa, revolucionaria.

Sabemos que la fuente de vida está ahí, y que a través de Jesús podemos llegar a ella y podemos hacer como el discípulo, acercarnos a Él a pedirle que nos enseñe a orar. Eso implica tener la voluntad de alejarnos durante un momento de ese parloteo interior que nos impide ver la realidad y abrirnos al Espíritu, dejar que sea Él quien nos muestre el camino.

Por supuesto que esto no tiene lugar de repente.

Si quiero que el Espíritu entre en mí, tengo que abrirle las puertas. Si veo una injusticia y no reacciono ante ella, si me niego a dedicar una parte de mi tiempo a alguien que me necesita, si considero que el mundo es para mí disfrute, aunque eso implique hacer daño a otras personas…. Estoy cerrándole las puertas al Espíritu.

Por eso cuando Jesús nos enseña a orar nos transmite cosas muy importantes para nuestro camino vital:
Una inmensa admiración, confianza absoluta y cariño por ese Dios que es Padre y Madre y que Jesús sintió a su lado durante toda su vida, dándole consuelo, fuerza, aliento, ternura.

El deseo de que ese Espíritu de Dios, que es fuente de vida, de amor, de fortaleza, se expanda y llegue a todas y cada una de las personas y penetre en su vida, en las relaciones sociales, en el mundo entero.
La urgencia de que haya pan para todos, pan y todo lo necesario para vivir con dignidad, sanidad, educación, paz, igualdad, justicia…

La necesidad imperiosa del perdón para seguir avanzando en el camino de la vida. No parece algo sencillo, sobre todo cuando hay sufrimiento, dolor, separación, engaño e incluso muerte de por medio entre las personas. Sin embargo, Jesús nos dice que el perdón se debe de dar sin límite, setenta veces siete.

Jesús nos insiste en que no caigamos en la tentación de la desesperanza, de abandonar, de la tristeza, de acumular, de hacerle trampas a los demás…

Sabiendo que somos incompletos, débiles y frágiles, Jesús nos insiste en que pidamos, porque así recibiremos, que busquemos, porque así encontraremos, que llamemos, porque así se nos abrirá.

Insistir incansablemente como hace una niña cuando quiere algo de su mamá.

Núria Bujan