NOTICIAS

COMENTARIO AL EVANGELIO SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO CICLO C

30 noviembre, 2021

Baruc 5,1-9
Filipenses 1,4-6,8-11
Lucas 3,1-6

Estamos en lo cierto en el tiempo de Adviento. Este tiempo, sabemos, no es sólo un tiempo de preparación, de una espera piadosa y gozosa del Emmanuel, sino también un tiempo que llama a la conversión interior. En la primera semana de Adviento, el profeta Jeremías anunció a Israel y Judá su próximo libertador. En esta segunda semana, el profeta Baruc anuncia a los niños exiliados de Jerusalén, un regreso triunfal a su ciudad. Para beneficiarse de esta promesa, Jerusalén debe prepararse para quitarse el manto de tristeza y de miseria y ponerse el adorno de la gloria del Señor. En otras palabras, debe convertirse, dejar su vida de esclava para revestirse de la vida del «Hijo Amado». Y es así que los hijos de Israel podrán caminar sin tropezar mientras esperan el día del Señor, nos dice san Pablo en su carta a los filipenses. Esta invitación al cambio también nos concierne, porque los hijos de Israel de hoy sois vosotros y yo. El Señor nos invita a dejar nuestras miserias, nuestros miedos y nuestros dolores y tristezas para prepararnos a recibirle que viene dentro de poco tiempo. El que nos traerá alegría. Una alegría que no se regala de inmediato, sino que se cultiva poco a poco.

Además, Juan el Bautista en el Evangelio según San Lucas proclama un bautismo de conversión para la remisión de los pecados. Cito: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Se rellenará todo barranco, se bajará todo monte y todo collado; los pasadizos tortuosos se volverán rectos, …”. ¿Cuál es este camino para estar preparado con tanto mimo? es también una invitación a la conversión, acompañada de frutos concretos, que nos exhorta a salir de nuestra tendencia al orgullo donde pretendemos saberlo todo. ¿No somos a veces los saduceos y fariseos de nuestro tiempo? San Juan Bautista nos invita a examinar nuestra conducta para mejorarnos.

Los barrancos que hay que llenar son los de nuestros rechazos y nuestros miedos a los demás. Las montañas que hay que bajar son las de nuestro egoísmo y nuestro orgullo. Los tortuosos caminos que deben enderezarse son los de nuestras mentiras, de nuestra cobardía, de nuestra incesante crítica. Los caminos pedregosos que hay que allanar son los de nuestra violencia, nuestro odio, nuestros juicios. Para hacer un hermoso lugar para el Señor en nuestros corazones, en nuestras vidas, nos beneficiaremos enormemente de mirar nuestra propia realidad para que podamos ponernos manos a la obra en el camino hacia la conversión mientras aún hay tiempo.

Que este tiempo de Adviento, que es muy necesario, nos ayude a preparar nuestro interior para percibir el misterio de la Encarnación porque la obra de Dios no es condenar, es salvar. Que seamos valientes por la gracia de Dios en nuestro camino de conversión. ¡¡¡Amén!!!

Hermana Françoise GOUANNIN – Abidjan – Costa de Marfil