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COMENTARIO AL EVANGELIO NAVIDAD 2020

22 diciembre, 2020

(Is 52,7-10; Hb 1,1-6; Jn 1,1-18)

Esta Navidad 2020 el Evangelio del día corresponde al llamado prólogo de San Juan, un texto teológico y espiritual profundo. Los estudiosos dicen que en realidad se trata de un resumen colocado al principio de la obra. El texto pertenece a un género literario especial: el himno, que es un poema para ser cantado. Probablemente Juan utilizó elementos que ya existían y los puso a su manera.

En los primeros versículos, el evangelista presenta a Jesús como el “Verbo”, “la Palabra”, que existía desde el principio, en una relación de plena intimidad con Dios: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios» (Jn 1,1-2). Con la expresión: «En el principio…», Juan evoca la primera frase del libro del Génesis: «En el principio creo Dios los cielos y la tierra» (Gn 1,1) donde Dios crea todas las criaturas por medio de su Palabra. La insistencia en el origen común de la humanidad de los relatos bíblicos de la creación sirven de base al papa Francisco para decir que todo está relacionado (LS 92), formamos parte de una misma familia y es necesario tener una actitud de respeto y cuidado hacía todas las criaturas, humanas o no.

La Palabra al comunicarse, crea: «Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe» (Jn 1,3). Dios está presente desde siempre y se comunica, es Palabra. Mucho antes de nuestra existencia, Él ya era presencia comunicativa y creadora. Y continúa: «En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» (Jn 1,4). La Palabra no existe por si misma sino que está en función de Dios y de los hombres de los cuales es vida y luz.

Todo esto me lleva a preguntarme: ¿Siento la presencia de Dios en mi vida? ¿Es Jesús la Vida y la Luz que resplandece en mis oscuridades? ¿Me dejo interpelar por su Palabra, dejo que ella cree algo nuevo en mí? ¿Mi actitud hacía toda criatura es de respeto y atención?

El texto evangélico presenta un testimonio clave de esta Luz, Juan Bautista (Jn 1, 7-8; 15), el profeta a caballo entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Su misión era hacer descubrir al pueblo la presencia luminosa y consoladora de la Palabra de Dios. Pero, deja claro que él no es la Luz verdadera sino que viene a dar testimonio y a proclamar que Jesús va por delante porque existía antes que él. Los exegetas nos explican que cuando se estaba terminando de escribir este evangelio, había muchos discípulos de Juan Bautista que aún no se habían hecho cristianos, por este motivo el evangelista insiste en la dependencia de aquel con respecto a Jesús. Y nosotros, ¿qué testimonio damos de la Luz? ¿Dejamos el protagonismo a Jesús o bien nos autoproclamamos?

El prólogo continúa, a Dios no le ha bastado con comunicarse, sino que ha querido hacerse uno de nosotros. Es el gran y maravilloso misterio de la Encarnación: «Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros» (Jn 1,14). Es lo que hoy celebramos, lo que recordamos en cada Navidad. Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, se hace presente en nuestro mundo y en nuestra historia para compartir, transformar, ayudar y amar. Juan también hace eco de que a pesar de venir «a su casa», los suyos no lo han recibido y lo pone en oposición a los que sí lo han recibido y son llamados hijos de Dios (Jn 1,9-13). ¿Reconozco la presencia de Dios en mí y en los otros, sobre todo en los más vulnerables? ¿Contemplamos los acontecimientos diarios con la mirada de Dios?

El prólogo de Juan finaliza con estas palabras: «A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, el lo ha contado» (Jn 1,18). Nosotros solo podemos conocer a Dios por Jesús que nos lo ha revelado. Ser cristiano es reconocer en el acontecimiento histórico de Jesús, en este hombre de nuestra carne, tan próximo, tan fraterno, la Palabra, la gracia y la verdad de Dios.

Alabemos hoy a nuestro Dios por la inmensidad de su Amor y de su entrega a la humanidad.

¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

Hna. M. Núria Cuéllar

Provincia «San Raimundo De Peñafort»