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COMENTARIO AL EVANGELIO DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

27 julio, 2021

Juan 6, 24-35

Nosotras conservamos en el corazón las palabras de Jesucristo que nos habla en el silencio, nos alimenta con su Pan y su Palabra y nos dice cada mañana: Sígueme. En este seguimiento y, recién estrenado el mes de agosto, queremos pasar una vez más con Jesús a la otra orilla, ésta es una de las invitaciones que nos hace hoy el Evangelio. Pasar a la otra orilla significa, dejar, abandonar lo conocido, convertirse en itinerante y, como dominicas, sabemos que la itinerancia es  estar siempre en camino. Pero esta acción, más que física, es interna, del corazón y supone abrir nuestra mentalidad: es pasar de la comodidad humana a la radicalidad evangélica.

Hoy el Evangelio nos invita a “subir” a la barca, a ponernos en camino, para ir en busca de Jesús. En ocasiones, al igual que la gente que le seguía, también nosotras podemos perderlo de vista, y necesitamos pasar “a la otra orilla” para poder encontrarlo.

Me ha resonado con fuerza la expresión: “se dieron cuenta de que no estaban…” y es que en algunas ocasiones creo que vivimos, al menos yo, sin “caer en la cuenta”, la rutina, las costumbres, la seguridad… hacen perder esa novedad que cada mañana nos trae el nuevo día para el encuentro con Jesús y nos cuesta pasar “a la otra orilla”. Es curioso ver que en cuanto lo encuentran lo primero que hacen es preguntarle: ¿Cuándo has venido aquí? Pero Jesús en lugar de responderles a esa pregunta les habla de la verdadera razón por la que le están buscando, es directo, no va con verdades a medias… les echa en cara que no le buscan por haber entendido el signo de los panes, sino porque han quedado saciados. Jesús aquí nos hace una llamada a profundizar en nuestras búsquedas…

Siguiendo con el diálogo, Jesús les aclara que no fue Moisés el que le dio el pan del cielo, “mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo y da vida al mundo”.  Al igual que la gente de su tiempo, esas palabras nos las dice hoy a cada uno de nosotros que estamos hambrientos y necesitados de respuestas a esos grandes interrogantes y anhelos que nos acompañan, sentimos ese deseo profundo de saciarnos de “infinito” y por eso seguimos diciendo:  “Señor, danos siempre de ese pan”.

Llegados a este punto Jesús se auto-revela: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre¸ el que cree en mí, jamás tendrá sed”, con esta definición que Jesús da de sí mismo, dice que Dios está presente en El en función de la humanidad y que se interesa por nosotros, por nuestra vida.

Confiados en este evangelio de San Juan, dejemos que entre en nuestro corazón el deseo de que Jesús sea nuestro “pan de vida” a través de su Palabra y de la Eucaristía y pidámosle a Dios que no nos falte el coraje para subir a la barca para “pasar a la otra orilla”. Porque sabemos que el viaje no es cómodo ni fácil. Pero debemos darnos cuenta de que no vamos solos: es un viaje en común.

Es hoy un domingo de acción de gracias por el don la fe, del amor, de la llamada al seguimiento y, por la vida fraterna, en la que juntos buscamos la voluntad de Dios para ser más fieles y felices. Que Dios nos ayude a construir una nueva relación con Él, más cercana y profunda, alimentada por la Palabra, avivada en la oración y en la Eucaristía.

Hna. Carmen Fdez-Tresguerres

Comunidad de Tudela