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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

9 julio, 2019

Lecturas del Domingo 15° del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Nos encontramos hoy ante un texto cumbre, inagotable, del Evangelio según san Lucas. A primer golpe de vista podríamos pensar que se trata de un texto centrado en la acción, en cómo debemos actuar: «Haz esto y tendrás la vida».

Sin embargo, en seguida se aprecia que no es suficiente para el maestro de la ley una llamada a la acción: «¿Y quién es mi prójimo?», se pregunta. Jesús comprende: es necesario establecer, por así decirlo, un marco para la acción. No es algo teórico, es una cuestión vital. Entonces el Maestro apela a la narración. Y comienza la parábola.

La parábola contiene múltiples elementos que llevaría su tiempo analizar; interesa especialmente la caracterización de los tres personajes que pasan junto al herido. De los primeros se dice que eran un sacerdote y un levita, es decir: personas destinadas al culto en el Templo. Su oficio les requería mantener la pureza ritual, y el contacto con la sangre o con la muerte era considerado causa de impureza. El tercero es un samaritano, es decir, una persona de un pueblo rival, contaminado, que un buen israelita consideraba peor que los paganos y con el cual, si es posible, evitaba todo contacto.

Pues bien, ahora Jesús pone todo al revés: quienes deberían ser modelo de conducta dan un rodeo y pasan de largo; de quien no se esperaba nada bueno, brilla por la caridad. En seguida se aprecia que “el buen hacer” no tiene que ver ni con identidades, ni con cargos, ni con pertenencias. ¿Qué ha pasado? Entonces nos damos cuenta de que el problema en el “actuar” se origina en el “ver”, en la mirada.

Y es que los tres “ven”, pero no de la misma manera: los dos primeros sólo ven un problema, algo que cambia sus planes, un obstáculo en su camino, y deciden no ver más. De alguna manera “se miran” a sí mismos. El samaritano, al ver, contempla el dolor del otro y eso le lleva a la compasión: ve un hermano. Contemplación y compasión le mueven a la acción.

Esto no es menor, pues tenemos la tendencia a contraponer acción y contemplación. Sin embargo, una vida unificada debería llevarnos a una actitud contemplativa permanente, que nuestra tradición dominicana nos propone alimentar a la vez de oración, estudio, compasión, respuesta. Porque  «el contemplativo es un productor de gratuidad» (Casaldáliga).

Personalmente, no me atrevo a rasgarme las vestiduras ante la reacción del levita y el sacerdote… es muy difícil sentirse tranquilo de conciencia ante esta parábola. ¿No es, acaso, parte de nuestra experiencia humana diaria, que cuando hemos tomado la decisión de hacer algo, de ir a algún lado, de terminar alguna tarea, toda interrupción nos molesta, todo imprevisto nos impacienta y tendemos a evitarlo? ¿Que cuando estamos absorbidos por nuestras preocupaciones, con tantas tareas urgentes, ni siquiera vemos lo que está delante de nuestros ojos?  ¿Y no es verdad acaso que la magnitud del dolor en el mundo, de la pobreza, de la enfermedad, de la migración, nos paraliza y en el fondo muchos de nosotros pensamos “yo no puedo hacer nada contra eso”, y seguimos de largo? ¿O no se ha dado tantas veces que, temerosas, nos ponemos a calcular las consecuencias de un acto generoso, los problemas ulteriores que podrían sobrevenir? (¿no estarán los malhechores todavía escondidos por ahí? ¿no será peor que yo quede impuro y no pueda celebrar el culto, que es mi primera obligación? se habrán preguntado el sacerdote y el levita…)

No era propio de Jesús lo de condenar, y ya sabemos que perdonó y fue a buscar a los discípulos que lo habían

Hna. Luciana Farfalla Salvo,
Provincia Sta. Rosa de Lima

abandonado en el camino de la Cruz. Jesús conoce nuestras miserias, y sin embargo se empeña en mostrarnos un camino. Tal vez una y mil veces caigamos en las actitudes del levita y sacerdote, pero igual Jesús, Buen Samaritano por excelencia, «el primero en todo, porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud», nos sigue invitando a convertirnos en prójimos: «Anda y haz tú lo mismo».

Por eso con el Salmo, suplicamos: Mi oración se dirige a ti, Señor, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude… a romper esas tendencias que me centran en mí misma, para que aprenda a mirar con ojos contemplativos, descubriendo como venido de Ti lo que la vida trae en cada momento, acogiendo en corazón compasivo tus “llamadas”…

Tus llamadas

Las heridas del que se quedó en el margen
la humillación del que es rechazado
las lágrimas de quien no tiene más que la soledad
el dolor de las víctimas de la guerra
el silencio de quienes son abusados.
Son tus llamadas:
a que deje mis quehaceres
a que mire con ojos nuevos
a que cambie mi itinerario.
Y así me salvas Señor,
cuando curo heridas Tú me sanas
cuando acompaño no me siento solo
cuando me entrego Tú te regalas.
(Javi Montes, sj)

Poema tomado de Rezando voy