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BEBER DE NUESTRO PROPIO POZO XIII

12 septiembre, 2019

OJOS ABIERTOS… ¡Y MÁS!

Solemos decir que la espiritualidad dominicana es una espiritualidad de ojos abiertos, inserta en la historia, abierta a las urgencias de su entorno. A cada dominico y dominica se nos pide esa apertura, acompañada de un corazón compasivo que, como el de Nuestro Padre Santo Domingo, esté dispuesto a comprometerse. Y el Padre Coll en eso, como en tantos otros aspectos, se parece mucho a él. Su percepción sobre la situación de la época le llevó a concebir la fundación de una Congregación que se dedicara especialmente a la educación de la mujer. En el momento de presentar su obra a la Reina Isabel II, se define como una persona

«Que siempre ha considerado la instrucción a las niñas como una obra de caridad y de la más grande trascendencia para el bien de las familias y de la sociedad misma. Por esto ha considerado siempre que las Terciarias del Patriarca Santo Domingo[1] se dedicasen con grande esmero a dicha enseñanza y (…) es verdad que sus casas se llenan de niñas conducidas por sus padres de la ciudad y de fuera de ella para que las den aquella instrucción que tan generosamente prodigan a todos(…); pero veía el suplicante con dolor de su corazón que muchos padres que viven en las poblaciones, aldeas y casas de campo no podían llevar a sus hijas a los colegios de la ciudad por su pobreza y otras causas que son de todos bien conocidas y por lo tanto aquellas pobres niñas quedaban privadas de esta instrucción tan deseada. A fin de remediar este perjuicio puso el suplicante otro colegio de Terciarias de la misma Orden cuyas reglas con que se han regido hasta aquí tiene el honor de acompañar, y estas Terciarias de dos a dos o más van a todas las poblaciones que las piden aunque sean lugares de los más insignificantes»[2] (carta a la Reina Isabel II, 25 de junio de 1858).

Leer esta carta es como asomarse a la sensibilidad del Padre Coll y entrever sus motivaciones más profundas. Ojos abiertos, con ellos ve lo que otros no ven: las niñas, dejadas de lado en la educación de la época; la necesidad de las familias, especialmente de las familias pobres y de los medios rurales más desprotegidos; el impacto que esta carencia tiene en la sociedad entera. Con mente despierta descubre causas y consecuencias, busca medios de solución. Corazón compasivo: porque lo que ve no lo deja tranquilo, y es el dolor de su corazón el que lo mueve a ansiar una respuesta y lo dispone incluso a «meterse en problemas» para lograrla. Y podríamos agregar: Manos a la obra, porque el suyo no se trata de un amor genérico, impreciso, sino de un amor servidor, un amor muy concreto que se traduce en acciones que procuran el bien.

¡Bendita vida entregada que supo unificar sabiamente una mirada lúcida, un corazón compasivo y unas manos que obran el bien!

[1] Se refiere aquí a las Hermanas de Beaterio Dominicano que existía en Vic desde antiguo.

[2] Francisco Coll, O.P. Testimonios (1812 – 1931), Vito T. Gómez García, OP, Valencia, HH. Dominicas de la Anunciata, 1993, p. 549