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BEBER DE NUESTRO PROPIO POZO IX

10 julio, 2019

LA LÓGICA DEL EVANGELIO

La cercanía del domingo del Buen Samaritano invita a buscar un ejemplo de compasión misericordiosa en los testimonios sobre el Padre Coll. Verdaderamente, no es nada difícil encontrar de estos ejemplos en su vida; en todo caso, lo difícil será seleccionar un texto para esta ocasión. Entre tantos posibles, encontramos uno de especial interés porque podemos establecer múltiples relaciones con la parábola, no sólo en el aspecto de una compasión heroica, sino también de la conflictiva que lleva implícita y que se hace patente en el texto bíblico: el peligro de la impureza, el riesgo del qué dirán, la incomodidad del desviarse del camino establecido, la presión de «la ley» … Incluso el desenlace ―no tan feliz― de este texto nos hace perceptible el hecho de que la compasión vivida al modo de Jesús suele acarrear consecuencias a quienes se atreven.

«Después de haber cantado Misa, fue destinado a Moyá; encontró la población anegada en luto y desconsuelo, por haber sufrido una derrota de los revolucionarios. Él fue el consuelo y apoyo de toda la población, porque tenía mucha caridad. Era entonces su corazón tan noble para con los pobres, que albergó en su misma casa a una mujer pobre, enferma y llena de llagas, a fin de que su hermana la curase y cuidase. De esta obra de misericordia resultó para él una calumnia terrible que le puso triste y afligido y le obligó para hacer callar a las malas lenguas, a trasladar de casa a la pobre mujer. Esto le causó tanta pena, que no se atrevía a predicar, y por vergüenza ni siquiera a salir de casa.» (Testimonio de la H. Rosa Miró Carbó[1]).

¡Ay, Padre Coll! ¡Qué ganas de buscarte problemas! Hubiera sido tan fácil mirar para otro lado, «dar un rodeo» como el levita y el sacerdote (al fin y al cabo la situación de esa mujer no era tu responsabilidad) y alejarte de aquella circunstancia que sólo podía traerte murmuraciones y conflictos…  Así habla el «sentido común», así nos habla todavía hoy, pero claro: la lógica del cálculo nunca fue tu lógica. Tu lógica era la del Evangelio.

[1] Francisco Coll, O.P. Testimonios (1812 – 1931), Vito T. Gómez García, OP, Valencia, HH. Dominicas de la Anunciata, 1993, p. 731.