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BEATIFICACIÓN DE MONS PIERRE CLAVERIE OP Y 18 COMPAÑEROS MÁRTIRES

7 diciembre, 2018

Este próximo 8 de diciembre serán beatificados 19 mártires de Argelia, 19 religiosos y religiosas víctimas de la violencia desatada en la guerra civil que azotó el país entre 1991 y 2002.

Al conocerse la beatificación, los Obispos argelinos emitieron un comunicado en el que destacaban:«se nos da la gracia de poder recordar a nuestros diecinueve hermanos y hermanas como mártires, es decir, según el significado de la palabra en sí, testigos del amor más grande, aquel de dar la vida por los que se ama. Ante el peligro de una muerte que era omnipresente en el país, tomaron la decisión, aun arriesgando sus vidas, de vivir hasta el final los lazos de hermandad y amistad que habían tejido con sus hermanos y hermanas de Argelia a través del amor».  Por ser extranjeros, muchos los invitaban a dejar Argelia para alejarse del peligro. Por eso agrega el comunicado: «Estaba claro para cada uno de sus miembros que cuando amas a alguien no lo dejas en el momento del juicio. Este es el milagro diario de la amistad y la fraternidad. Muchos de nosotros los hemos conocido y hemos vivido con ellos. Hoy sus vidas pertenecen a todos. Ahora nos acompañan como peregrinos de la amistad y la fraternidad universal».

Uno de estos mártires fue, precisamente, un dominico: Fr. Pierre Claverie, obispo de Orán. Nacido en Argelia, en el seno de una familia francesa con varias generaciones de arraigo en el país, vivió toda su niñez y adolescencia ―según sus mismas palabras― en el interior de una “burbuja colonial”. Cuando emigró a Francia para realizar estudios universitarios descubrió, consternado, que había vivido veinte años «indiferente, ignorante de la mayoría de los habitantes del país». A partir de ese descubrimiento se desató un proceso interior que lo llevó a ingresar en la Orden Dominicana, y consagrar sus días a reparar aquel primer fallido intento, en un verdadero movimiento de salida de sí hacia el otro distinto. La fraternidad, la amistad, el encuentro, el diálogo con el diferente pasaron a ser sus claves… y ―cuando se desató la violencia― permanecer con el Crucificado y con los crucificados en las “líneas de fractura” de la humanidad.  Su historia es conmovedora y vale la pena profundizar en ella, tanto por su testimonio de una santidad muy encarnada en el mundo actual, como por aportar una interpelación muy necesaria en estos tiempos de migraciones e interculturalidad no siempre bien vividas; fenómenos que nos invitan a una permanente y profunda  reflexión desde nuestra identidad cristiana.

Hermana Luciana Farfalla