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Aventura de vida y de Reino

11 marzo, 2024

Reflexión pre-capitular a partir del documento «Escrutad»

Compartimos una reflexión surgida a partir de una de las lecturas preparatorias al Capítulo General. Se trata del documento Escrutad, de la CIVCSVA[1], que toma como inspiración la figura del profeta Elías. A medida que se avanza en la lectura, llega un momento en que percibimos que la acertada descripción de los tiempos actuales de la vida religiosa resulta también muy aplicable a lo que experimentó el Padre Coll en la época, profundamente incierta y agitada, que le tocó vivir.

Dice el texto:

«La vida religiosa está atravesando un vado, pero no puede quedarse en él definitivamente. Estamos llamados a pasar al otro lado […] como kairós que exige renuncias, nos pide dejar lo que se conoce y emprender un largo camino difícil, como Abrahán hacia la tierra de Canaán… como Moisés hacia una tierra misteriosa, conectada con los patriarcas… como Elías hacia Sarepta de Sidón: todos hacia tierras misteriosas vislumbradas sólo en la fe» (Escrutad, n. 11).

El Padre Coll, como tantos religiosos forzosamente exclaustrados en 1835, vivió esa terrible experiencia: emprender un camino difícil, dejando atrás lo conocido, hacia una tierra misteriosa solo intuida por la fe. Abandonaba la vida religiosa que había conocido y amado: vida conventual, ordenada, sometida a un ritmo seguro y previsible. Pero de ninguna manera abandonó su profundo sentido de consagración y de vida dominicana, ni su vocación predicadora. Mirando al Padre Coll encontramos un claro ejemplo de lo que significa «reconocer lo esencial» aunque todo lo demás se desmorone, aunque las vicisitudes de la época hayan provocado la desaparición de formas históricas, en parte perecederas, en que se había concretado aquel ideal. Y sabemos que el Padre Coll nunca se quejó de esta dura prueba que le tocó vivir. Tampoco parece que se mortificó demasiado con la pregunta sobre «qué hemos hecho mal» (aunque, a su entender, la falta de pobreza y de observancia tenían algo que ver…). En cambio, se orientó hacia el porvenir: el Espíritu en su interior le iba mostrando que «por algo habían pasado las cosas», que la época había cambiado radicalmente y que era el momento de abrir caminos nuevos. Como apunta el documento Escrutad, n. 11:

«No se trata de responder a la pregunta de si lo que hacemos es bueno: el discernimiento mira hacia horizontes que el Espíritu sugiere a la Iglesia, interpreta el murmullo de las estrellas de la mañana sin salidas de emergencia, ni atajos improvisados, se deja guiar a cosas grandes a través de señales pequeñas y frágiles, poniendo en juego débiles recursos».  El «murmullo de las estrellas de la mañana» le decía al Padre Coll que esa vida que veía brotar, ese deseo de Dios, esas pequeñas llamas, esas jóvenes sencillas pero dispuestas que iba encontrando por todas partes en sus misiones traían algo nuevo, algo nuevo del Espíritu.

Y por eso él también estuvo dispuesto a seguir el camino que le mostraba el Espíritu sin dejarse condicionar por lo que había quedado atrás: los tiempos gloriosos de la Orden, los tiempos de prestigio y poderío de la Iglesia… Asombra la libertad del Padre Coll ante todo lo que había quedado atrás. Y asombra, también, su libertad confiada ante todo lo incierto que asomaba por delante. Como dice el Papa Francisco: «no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien lo que hace en cada época y en cada momento. ¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos!» (Escrutad n. 12, citando EG 280).

Esta actitud de profunda confianza, libertad y disponibilidad a la novedad del Espíritu, que incluía a la vez la disposición a cargar con la cruz, es lo que hizo de Francisco Coll «un santo a la intemperie»[2]. Sabemos que muchos de sus contemporáneos no toleraron esta su renuncia a calcularlo todo, que le llevó a fundar la Congregación casi sin recursos. La docilidad al Espíritu y la aceptación a cargar con la cruz que aquella opción traía como consecuencia (la cruz de la oposición, incluso de amigos, la cruz del desprestigio, de la inseguridad …) fueron sus caminos arduos hacia esa nueva fecundidad.

En esta experiencia del Padre Coll que va desde la exclaustración hasta la nueva fundación resuenan aquellas palabras de San Pablo: «Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, a la cual me llama Dios en Cristo Jesús» (Flp 3, 13-14). Y así fue como se lanzó, con tanta esperanza, hacia lo nuevo que vislumbraba. Desinstalación, generosidad, renuncia a toda comodidad… así lo vemos actuar  ̶̶  a él y a las primeras hermanas ̶̶  emprendiendo esta aventura llena de vida y de entusiasmo por el Reino, de proponer una nueva forma de vida religiosa acorde con lo que los tiempos necesitaban y el Espíritu insinuaba.  Porque «las familias religiosas nacieron para inspirar caminos nuevos, para ofrecer recorridos impensables o responder ágilmente a necesidades humanas y del espíritu» (Escrutad, n. 14). Y la Anunciata nació precisamente para eso.

Pero años y hasta siglos pasan, y nuevos contextos culturales pueden poner en crisis las respuestas y costumbres que se han ido institucionalizando, o las «lógicas mundanas» que se nos han ido pegando, extrañas a aquella identidad audaz de los comienzos (cfr. Escrutad, n. 14). El Papa Francisco nos advierte con agudeza sobre la tentación de acedia, desgana, desmotivación en la que podemos caer; esta idea de «ir tirando», de ser «gestoras de la rutina» que caen en «la tentación de dejar pasar y considerar inútil cualquier esfuerzo por mejorar la situación» (Escrutad, n. 12). Ante eso nos propone: fidelidad creativa, apertura a las «sorpresas de Dios», abandono de un modelo envejecido y autorreferencial, vuelta a las fuentes del Evangelio y a la frescura original del carisma, confianza en el Espíritu: «La esperanza no se construye basándose en nuestras fuerzas o nuestros números, sino mediante los dones del Espíritu: la fe, la comunión, la misión. […] Se abren delante de nuestro caminar nuevas fronteras, realidades nuevas, otras culturas, necesidades diversas, suburbios» (Escrutad, n. 11). Así es, y así está siendo en estos momentos en nuestra Congregación. Es necesario que lo sepamos ver, que descubramos que ya asoma en el horizonte, aunque aparentemente discreta y pequeña, la nubecita que Elías esperaba, la que trae la lluvia abundante (1Re 18, 44). El Padre Coll nos muestra el camino.

Hna. Luciana Farfalla

 

[1] Escrutad, documento de la CIVCSVA (Congregación para Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica), 2014.

[2] Expresión usada por Mons. Jorge Bergoglio, entonces Arzobispo de Buenos Aires, en la misa que se celebró en la catedral de dicha ciudad con motivo de la canonización del Padre Coll (2009).