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ANUNCIATA «EN SALIDA»

31 octubre, 2019

Iniciábamos este Mes Misionero Extraordinario recordando la santidad misionera del Padre Coll. Es decir: como, en la configuración singular de su santidad (cada santo tiene la suya…), era esencial este saberse «en salida». Siguiendo las palabras del Papa Francisco, veíamos en san Francisco Coll «esta apertura ilimitada, esta salida misericordiosa, como impulso urgente del amor y como fruto de su intrínseca lógica de don, de sacrificio y de gratuidad (…) Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida»[1].

Quedémonos con este último aspecto subrayado: el Padre Coll, en su salida de sí, atrajo y «tejió» un conjunto de relaciones humanas, cimentadas en la fe, que generaron nueva vida. Esto se aprecia especialmente en la fundación (junto a aquellas jóvenes doncellas) de la Anunciata, heredera de su espíritu. Y aquí es donde nos preguntamos si, dentro de todo ese legado, también estaba aquella vocación de salida misionera. En otras palabras: la vocación misionera, ¿era algo propio del carisma personal de Francisco Coll, o fue parte también del legado a su Congregación?

Porque podríamos llegar a pensar, acaso, que la vocación misionera de la Anunciata surgió en los tiempos relativamente recientes del Concilio y post-Concilio, con la fuerte expansión Ad gentes. Alguna hará ver que lo que marcó esa identidad misionera se puede rastrear en 1908, cuando unas intrépidas hermanas cruzaron por primera vez el Océano hacia la Argentina, llenas de ilusión y a la vez aceptando que ya no volverían a ver su tierra ni su gente. Y otras se fijarán en el hito de 1880 cuando, con la fundación en Albacete, Rosa Santaeugenia se atreve a dar un paso de gigante al salir del seno familiar de Cataluña. Pero lo cierto es que, en ese tejer relaciones que generan vida, el mismo Padre Coll introdujo desde el inicio la salida misionera como preocupación, como opción y como paradigma para la Congregación que nacía.

Ya lo vemos en los textos, cuando él mismo explica a Isabel II los motivos de su fundación: «pero veía el suplicante con dolor de su corazón que muchos padres que viven en las poblaciones, aldeas y casas de campo no podían llevar a sus hijas a los colegios de la ciudad por su pobreza y otras causas que son de todos bien conocidas y por lo tanto aquellas pobres niñas quedaban privadas de esta instrucción tan deseada. A fin de remediar este perjuicio puso el suplicante otro colegio de Terciarias (…) y estas Terciarias de dos a dos o más van a todas las poblaciones que las piden aunque sean lugares de los más insignificantes»[2].

El P. Coll está dando cuenta aquí a la Reina de las razones que le llevaron a hacer una modificación fundamental en la Regla de la Tercera Orden, una verdadera innovación: poner a sus Dominicas en actitud, disposición y situación de salida. Porque veía que era necesario salir al encuentro de las familias y no esperar que éstas (las que pudieran) llegasen a los colegios.

En la Regla de vida escrita en 1857 dice Francisco Coll: «aunque en esta ciudad de Vich hay un Beaterio de Hermanas de la Penitencia de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán, dedicadas a la enseñanza de niñas, no contraen el compromiso de salir a las poblaciones pequeñas donde fueren pedidas, cual le tienen las que se someten a la presente Regla»[3]. Este texto revela que el P. Coll era muy consciente de la innovación que había hecho, y que inoculó a su fundación la semilla de la salida misionera (¡y de la salida hacia las periferias!) desde el principio.

En la mente del P. Coll, la gran diferencia de su nuevo Instituto con las otras formas de vida dominicana femenina por él conocidas es precisamente esta  itinerancia, este movimiento de «ir al encuentro» de los otros y sus necesidades. Herederas de ese espíritu, se nos pide continuarlo y profundizarlo. La salida tiene una dimensión personal: allí donde estemos y en las condiciones en que estemos, salir de nosotras mismas, de nuestras comodidades y seguridades, salir al encuentro de la hermana, del otro, salir a las periferias físicas o existenciales a acompañar a nuestros hermanos y hermanas.  Y también tiene una dimensión institucional―ya sea a nivel comunitario, de obra, de Provincia, de Congregación…― un esfuerzo permanente de salida hacia realidades que interpelan por su necesidad, por su pobreza, por su falta de evangelizadores, por su complejidad … o por su misma novedad.

Saber que el Padre Coll ―desde el comienzo mismo― nos pensó y nos soñó así, remueve, inspira y alienta a ser, siempre más, verdadera «Anunciata en salida».

[1] Del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las misiones 2019, Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo.

[2] Francisco Coll, O.P. Testimonios (1812 – 1931), Vito T. Gómez García, OP, Valencia, HH. Dominicas de la Anunciata, 1993, p. 549

[3]Francisco Coll, O.P. Obras completas(1812 – 1875), Ed.Vito T. Gómez García, OP, Valencia, HH. Dominicas de la Anunciata, Valencia, 1994, p. 27