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ADVIENTO: ESPERAS Y ESPERANZAS

28 noviembre, 2021

Lo de todos los años. Ya ha llegado la Navidad en los grandes almacenes y en casi todos los comercios. Las lucecitas, los árboles iluminados, los muñecos de papa Noel y toda la parafernalia de una fiesta superficial. En estos últimos días hasta he tenido la impresión de que en algunos comercios la Navidad comienza con el “black friday”. Esta es una batalla perdida. Por eso, lo único que cabe hacer para ganarla es reírse de ella, de la batalla y de los consumidores compulsivos que se dejan arrastrar por la falsa verdad de una pequeña esperanza engañosa.

Frente a la pequeña esperanza, la fe cristiana propone la gran esperanza, la que no falla. En este tiempo de adviento esta esperanza tiene dos direcciones, una que mira al pasado, pero que en realidad no es motivo de nostalgia, sino de agradecimiento admirativo, y otra que mira al futuro, que no es motivo de temor, sino de gran alegría, la alegría de encontrarnos con el mismo Amor que en Jesús se encarnó. Dicho con otras palabras, en adviento celebramos dos importantes artículos del Credo de la fe cristiana. La primera parte del adviento celebra que el Señor resucitado “de nuevo vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos”. En la segunda parte nos preparamos a celebrar este otro artículo de la fe: el Verbo, que está en el seno del Padre, “se encarnó de María, la virgen, y se hizo hombre”.

Los dos artículos tienen como punto de unión el amor de Dios. El amor de Dios que quiso manifestarse en Jesús, y el amor de Dios que vendrá al final de los tiempos y al final de cada vida humana, para recibirnos con misericordia en sus brazos amorosos. La esperanza cristiana se dirige, sobre todo, a este último acontecimiento. Es la gran esperanza. Si no vivimos de esta gran esperanza, la vida carece de sentido y todas nuestras pequeñas esperas terminan defraudando. Desde luego la espera de la lotería es la más tonta de todas las esperas, porque bien sabemos que las posibilidades de que toque algo bueno son mínimas. Pero incluso si, por casualidad sonase la flauta y algo cayera, lo que nos toque no nos salvará la vida. A lo sumo provocará un momento de euforia y luego nuestra vida seguirá tan vacía o más que antes del toque.

La verdadera, la gran esperanza del ser humano que resiste a pesar de todas las desilusiones solo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y nos sigue amando hasta el extremo (Jn 13,19).

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat