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25 DE MARZO : SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN

20 marzo, 2012

El día 25 celebramos la fiesta de la Anunciación. Cuando pensamos en María de la Anunciación, pensamos en la servidora del Señor, en la sierva de la Palabra, en aquella a quien contemplamos en una actitud de recogimiento y de adoración, en una actitud de silencio. María no sólo escucha la Palabra, sino que la acoge en su corazón.

El nombre de Anunciata -Anunciación-, sabemos que principalmente se refiere al misterio de la Anunciación del ángel a María. Misterio en el que podemos considerar en primer lugar a María, la persona a quien se anuncia, su actitud, su respuesta, su vida; y seguidamente el contenido del anuncio, es decir, la encarnación del hijo de Dios.

Con frecuencia lo que más nos admira al contemplar a María en este misterio es su disponibilidad. Es la MUJER FIEL, DISPONIBLE, OBEDIENTE. Nos asombra la prontitud con que pronuncia su SÍ, su FIAT. Se entrega totalmente a lo que Dios quiera de Ella.

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra», respondió al mensajero de Dios. El FIAT de María ha de ser también el lema y el programa de vida de la Dominica de la Anunciata. En la fidelidad y disponibilidad de María encuentra una imperante motivación y cuestionamiento de su fidelidad y disponibilidad.

María estaba disponible, porque creía. Se nos presenta, muy especialmente en este misterio de la Anunciación, como el prototipo de la mujer de fe madura, capaz de acoger la Palabra y realizarla. Es la MUJER CREYENTE, que pudo oír de labios de Isabel «feliz tú porque has creído». La MUJER OYENTE, que acoge con fe la Palabra. La MUJER ORANTE, el acto de conformidad de María al anuncio del ángel fue oración sublime.

La oración-contemplación es también algo inherente a la identidad dominicana, la Dominica de la Anunciata, contemplando a María en este momento íntimo en que engendra a Cristo, afianza en sí el lema dominicano de «contemplar y transmitir a los demás lo contemplado». La Dominica de la Anunciata ha de encarnar la Palabra en su alma, dejarse invadir de su espíritu para después anunciarlo. Este es su rasgo peculiar.

El misterio de la Anunciación es un misterio de humildad. María se nos presenta como MUJER HUMILDE, SENCILLA Y POBRE. Es la síntesis del espíritu de las bienaventuranzas. A imitación de María, la humildad debe ser uno de los rasgos principales de la Dominica de Anunciata.

El anuncio del ángel a María comienza con una invitación a la alegría. «alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo», y ella prorrumpe en un auténtico canto de alegría. Es el gozo de poseer a Dios, la alegría de la fidelidad.

La Dominica de la Anunciata descubre en la contemplación de este misterio una fuente de auténtica alegría. Y ciertamente que la alegría ha sido un distintivo o rasgo de la Congregación a través de los años. Para ello es necesario vivir a fondo la alegría de la fidelidad a la vocación.

La alegría de María no es sólo por lo que Dios ha realizado en Ella, sino porque Dios envía la salvación a su pueblo. Se siente solidaria de su situación. Atenta a la Palabra de Dios, sabe también escuchar los clamores del pueblo oprimido. En su Magníficat vemos a María compenetrada con la situación del pueblo entonar llena de júbilo un canto de liberación.

La Dominica de la Anunciata al saborear la riqueza de este cántico, tiene que encontrar una fuerte motivación para «compartir las angustias y las esperanzas del hombre de hoy» (cfr. G.S. 1).

María, al dar su SÍ al ángel asume entrar de lleno en la obra de la Redención. Se convierte en CORREDENTORA. Sabía que aceptar ser la Madre de Dios era abrazar el dolor y el sufrimiento.

La Dominica de la Anunciata debe aprender del SÍ de María a colaborar en la obra redentora de Cristo sin escatimar esfuerzo y trabajo y asumiendo como Ella el dolor y la cruz.

Teniendo a María como modelo de consagración nosotros podemos y debemos, con nuestro Sí, el que Dios nos está pidiendo a cada cual, encarnar a Cristo y llevarlo a los demás.