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El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús en un momento clave de su vida: cuando deja su casa y su pueblo y empieza a manifestarse como Salvador. Y lo hace con un signo: su primer milagro.

Los evangelios nunca presentan a Jesús haciendo las cosas porqué sí. Si escoge unas bodas para su primera manifestación algo nos querrá enseñar.

Unas bodas son una alianza de amor. Que Jesús haga su primer milagro en unas bodas significa, entre otras cosas, que a Él lo hallaremos siempre donde haya amor. El amor es el gran signo de la presencia de Jesús. Si algunas veces nos sentimos lejos de Jesús, si no lo encontramos en nuestra vida, podríamos preguntarnos si no será porque no amamos. A Jesús lo encontraremos siempre en el amor. Jesús se muestra reticente cuando su madre le pide que resuelva el problema del vino, pero después lo resuelve «a la manera de Dios», es decir, con una generosidad desbordante, inesperada, superando con creces todas las expectativas, y lo hace porque ama.

En las bodas de Caná encontramos también a María. Ella hizo caso de las palabras del profeta en la primera lectura: «Por amor de Sion, no callaré». No calló porque amaba. Y desde el amor, María comunica a su Hijo que los novios se encuentran en una dificultad y le dice sencillamente: «No tienen vino». Se presenta así, como la Madre que intercede desde la confianza, sin pedir nada y, aunque la respuesta de Jesús parece un rechazo, Ella, sorprendentemente, puede decir a los sirvientes con sencillez y confianza: «haced lo que Él os diga». Así, María nos enseña que el diálogo sincero acerca a las personas, clarifica situaciones y favorece la unión.

De este diálogo entre Madre e Hijo podemos aprender de María su bondad y su disposición para ayudar y también, su humildad y generosidad para aceptar la voluntad de Dios, confiando plenamente en Él, convencida de que la respuesta que dará Jesús será la mejor para todos.

Lecturas del 2º Domingo del Tiempo Ordinario ciclo C

H. Mª Asunción Mitjans

Dominica de la Anunciata