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«VILLA PATERA»,HISTORIA DE OTRA FAMILIA NUMEROSA

9 febrero, 2017

En un punto del extrarradio de Madrid, a medio camino entre las vías del tren y el zumbido de los coches que cruzan la autopista, vive una familia numerosa. La componen 12 jóvenes subsaharianos y tres españoles. Uno de ellos, Recio, ha pasado media vida en la cárcel o combatiendo contra la droga. Mariano es el último en incorporarse a este hogar, llegando el día antes de la elaboración de este reportaje. El patriarca de este peculiar clan es Jorge de Dompablo, sacerdote diocesano de Madrid.

Tras pasar por varias parroquias de la capital (actualmente es el administrador parroquial de Nuestra Señora de la Guía, frente al hospital de La Paz), Jorge nunca ha dejado de definirse como “un cura de barrio”. En el corazón mismo de su vocación, y de su vida entera, está la necesidad de vivir en comunidad. Tal vez sea por ser el noveno de 14 hermanos, por criarse “en un barrio conflictivo” (como Caño Roto, en Carabanchel) o por su propia experiencia como seminarista, lo cierto es que vive el sacerdocio como no es habitual en las hornadas que se preparan para el presbiterio en la mayoría de seminarios de España desde los años 80.

“Por suerte –afirma con sorna–, me salvé de la involución que vino después. El seminario de Madrid que yo conocí, con el cardenal Tarancón como pastor y con Juan de Dios Martín Velasco como referente para todos, era un seminario en el que vivíamos en los barrios, y no todos juntos en un mismo edificio. Era un seminario abierto, encarnado, no separado del mundo”.

Tras ordenarse hace 30 años, Jorge fue párroco en Hortaleza y en San Blas, en un momento en el que la droga golpeaba con mucha dureza a cientos de jóvenes que vivían en esos barrios. En ese momento, él, que no concebía vivir solo en una casa entregada por la diócesis por el hecho de ser el sacerdote, decidió ser consecuente con su estilo de vida comunitario y la abrió a esos jóvenes cuya situación era límite. (…)

Hace 20 años, Jorge se encontró con que era otra la realidad que debía afrontar: la inmigración. “Primero eran marroquíes y luego han sido en su mayor parte subsaharianos. Pero, en todos estos años, me he ido encontrando con todo tipo de chicos marcados por historias terribles, sin esperanza ni un sitio al que ir”. (…)

Un auténtico hogar

Sus actuales 15 ocupantes viven con lo justo, sin grandes lujos, pero sí con una total dignidad y en un hogar marcado realmente por el calor de la vida compartida en fraternidad. “Esto se mantiene –cuenta Jorge– con mi sueldo, con apoyo de Cáritas Diocesana y con el de las parroquias por las que he pasado y sus familias más comprometidas con nosotros. Nos dan dinero, ropa, muebles… Luego, buscamos que parte de esa ayuda vaya destinada a las familias de los chicos. La gran mayoría no han vuelto a ver a los suyos desde que abandonaron sus países, algunos hace muchos años”.

Por eso, cuando pueden, invitan a comer con ellos y a pasar un rato divertido a quienes, como amigos, son ya parte de esta familia numerosa. “Hasta hemos llegado a celebrar aquí una boda con más de 300 invitados”, recuerda entre risas Jorge. También ha estado el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, con quien algunos de los chicos pudieron además compartir un rato de confidencias en la última celebración juvenil en La Almudena. Otro gran amigo de todos es José Antonio Fernández Revuelta, cura de Madrid jubilado que viene dos veces por semana a darles clases de español.

La casa, en su humildad, está decorada con fotos de todos ellos y con numerosos motivos africanos. Se reparten las tareas del hogar y, por supuesto, el musulmán que quiere rezar a su Dios dispone de total libertad para ello. “Aquí –enfatiza Jorge– se trata de responder a las necesidades de quienes necesitan un cuidado especial. No concibo decir a alguien ‘rezo por ti’ y luego no hacer nada por él… La oración plena es aquella que, también con las obras, evidencia que todos somos hermanos”.

Por eso, incide, “esta casa no es un proyecto temporal. No es una casa de acogida en la que uno está seis meses o un tiempo determinado. Aquí vive el que lo necesita y por el tiempo que sea, hasta que logre solventar su situación. Si esto no ocurre, por mí pueden vivir aquí toda la vida”. Fuente: VN. Autor: MIGUEL ÁNGEL MALAVIA