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NAVIDAD: AGUA UNIDA AL VINO

24 diciembre, 2022

Hay un gesto en la liturgia eucarística que suele pasar desapercibido: al comienzo del ofertorio, en el cáliz que ya contiene vino, se deja caer una pequeña gota de agua. Al parecer, el origen de este gesto se remonta a la costumbre de los países mediterráneos, que nunca solían beber vino sin mezclarlo con agua. Esta gota de agua nos une al origen de la eucaristía: hacemos lo que hizo Jesucristo.

¿Qué sentido tiene este pequeño gesto? La oración en voz baja, en secreto, que pronuncia el sacerdote al echar el agua al vino, nos ofrece ya una buena orientación: “El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana”. Ya en el siglo III, San Cipriano de Cartago afirmaba que en esta unión del agua con el vino está representada la unión del pueblo (agua) con Cristo (vino). “Cuando en el cáliz se mezclan el agua y el vino, dice el santo, el pueblo se une con Cristo, y la multitud de los creyentes se une y se junta con aquel en quien cree”.

A principios del siglo IX se comenzó a ver en esta unión del agua con el vino, una imagen del misterio de la Navidad: Dios y el hombre se hacen una sola cosa. En Cristo, Dios toma la naturaleza humana para que el hombre pueda participar de la naturaleza divina. Se produce así, como dice unos de los prefacios del tiempo de Navidad, “el maravilloso intercambio que nos salva, pues al revestirse Cristo de nuestra frágil condición no solo confiere dignidad eterna a la naturaleza humana, sino que por esta unión admirable nos hace a nosotros eternos”. Al respecto dice acertadamente Joseph Ratzinger: “La pobre gotita de agua que se hunde en el vino, mucho más preciado y fuerte, representa el hacerse hombre de Dios. Al pobre ser que es el hombre se le acoge en el océano de la divinidad. En el corazón de Dios está el hombre”.

Belén, la hora de la Encarnación, el comienzo del misterio de Cristo, es colocado y rememorado al comienzo de cada eucaristía. En esta gota mezclada con el vino queda claro que la Encarnación no se refiere solo al misterio de Cristo, sino a todo ser humano. Con su Encarnación, Dios se ha unido con la humanidad entera, pues esta agua que se une al vino es representativa de todos los humanos. Esto significa también que solo puedo unirme con Cristo si quiero tener comunidad con todos los hombres. No puedo tener a Cristo contra los demás. Solo puedo llegar a un encuentro con Él si no me encierro en mí mismo, si voy hacia los demás no solo con palabras o sentimientos, sino con mis actos y mi vida.

La gota de agua vertida en el vino eucarístico representa el hacerse uno de Dios y hombre en Cristo, pero también representa que en Cristo estamos unidos a la humanidad entera, porque todos somos hermanas y hermanos.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat