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ANUNCIAR EL EVANGELIO A TODA LA CREACIÓN

21 marzo, 2022

La última recomendación de Jesús a sus discípulos, según el evangelio de Mateo, fue la de anunciar el evangelio a todas las gentes. Se diría que el evangelio de Marcos amplia esta recomendación, pues en vez de hablar de gentes o de seres humanos, habla de ir por todo el mundo y proclamar la buena nueva “a toda la creación”. La creación es más amplia que el ser humano.

¿Quiere esto decir que también hay que evangelizar a los animales, por ejemplo? No está mal recordar que san Francisco de Asís predicaba a las aves y al hermano lobo; o que San Antonio de Padua predicaba a los peces; o que San Martín de Porres se dirigía amablemente a los ratones y conseguía que el perro y el gato compartieran el mismo alimento. ¿Pura leyenda? ¿O quizás en la leyenda hay una hermosa lección del cuidado que merecen todas las criaturas? Hoy habría que extender esta predicación a toda la creación, a tantas cosas materiales que, sin duda, necesitan una buena lección. Por ejemplo, el teléfono móvil o la televisión, para que no sean impedimentos para conversar directamente con los que tenemos al lado.

Volvamos al ser humano y empecemos por el mundo entero al que nos envía Jesús. Pues no se trata solamente de ir a Arabia a evangelizar a musulmanes; es incluso más urgente evangelizar a tantas personas de nuestro barrio que se declaran agnósticos o indiferentes y para las que Dios no significa nada; y también a muchos bautizados que viven una religión superficial y, a veces, supersticiosa. Y quizás es igualmente necesario evangelizar a la propia familia; y quién dice familia, dice familia política.

Cuando nos dirigimos a esas personas alejadas o contrarias a la religión, deberíamos recordar que sonMartín Gelabert Ballester, OP “criaturas”. Porque si nos dirigimos a ellas como seres humanos llamados a la santidad, corremos el riesgo de reprenderlas, o de señalarles sus muchos pecados que los alejan claramente de la santidad. Si comenzamos por reconocer que son criaturas, al compararles con las otras criaturas (los vegetales, los insectos, los leones), podremos reconocer en ellas unas criaturas superiores y maravillosas. Conviene comenzar por reconocer siempre lo bueno que hay en el otro. Más aún, considerar al otro (y a mi mismo) como criatura es considerarlo en relación con el Creador. O sea, es darse cuenta de que ella está ahí porque Dios así lo ha querido, ella existe por voluntad expresa del Creador.

Es duro admitir que esa criatura que me cae tan mal, que tiene tantos defectos y tantas malas intenciones, es amada por el Creador, porque si no fuera así, no existiría. Por tanto, proclamar el evangelio a un ser humano en tanto que es criatura antes de proclamárselo en cuanto hombre, nos exige decir sí a su presencia, antes de predicarle cualquier cosa. Hay que empezar por reconocer que es bueno que exista, aunque sea un estúpido; que, aunque sea feo, es una creación de la eterna belleza; y que, por muy malo que sea, es obra de la bondad todopoderosa.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstad