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(DES)CARGAS CUARESMALES. DEL DISCERNIMIENTO AL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES

24 febrero, 2017

Los jóvenes, protagonistas de tantas celebraciones de la Pascua, están llamados también a vivir en primera persona la Cuaresma que da comienzo el 1 de marzo, Miércoles de Ceniza. Más allá de otras propuestas pastorales o catequéticas propias de este tiempo litúrgico, en estas páginas invitamos a experimentar las próximas semanas desde el joven, con el joven y para el joven, con sus (des)cargas. ¿Cómo? Habitando los días cuaresmales con las nuevas generaciones en clave de discernimiento, para propiciar una cultura del encuentro que nos permita a todos recorrer el camino en clave de proximidad, compasión y escucha.

Me llegó esta preocupación de un equipo de pastoral mientras preparábamos el calendario litúrgico. Así me decían: “¿Qué podemos hacer en Cuaresma? Siempre se organizan pascuas juveniles, pero ¿qué pasa con la Cuaresma para los jóvenes? Como tradicionalmente asociamos este tiempo litúrgico a penitencia, privaciones, ayuno, etc., parece que tenga poco que ver con la imagen (tópico) que a menudo tenemos de nuestros jóvenes (flojos, poco dados a las renuncias, cada vez más alejados de aquella cultura del esfuerzo y el sacrificio que defendían nuestros padres…).

¿Cómo podríamos plantear a los jóvenes una Cuaresma juvenil fiel a lo que representa este tiempo y sin que dejen de ser ellos mismos, con su selfies, su aparente despreocupación, etc.?”.

Me vino rápidamente una idea del teólogo salesiano Antonio Jiménez para acompañar a los jóvenes en la Cuaresma: “¿Cómo guiar a una experiencia de Dios que estructure la personalidad del joven y que sea vivida como un proceso de liberación interior y también de liberación frente a los ídolos de todo tipo que pueblan la sociedad actual? (…) Quizás el camino hacia la decisión madura y resuelta en una atmósfera de gran subjetivismo tendría que venir del descubrimiento de su interioridad por parte del joven, acompañándole en el proceso de conocerse y comprenderse, y ayudándole a conseguir la capacidad de proyectarse desde dentro, desde su intimidad, desde su soledad interior, en la que es posible asimilar la necesidad de decisiones que unifiquen coherentemente la propia existencia”.

  1. Regalar dos preguntas para conversar con Dios cada día. Los primeros diálogos que aparecen en la Biblia entre Dios y el hombre tienen lugar en el libro del Génesis. Allí Dios se pasea, no está quieto y conversa. Hay dos preguntas que siempre me han llamado la atención y que una homilía reciente me recordó. La primera pregunta es: “¿Dónde estás?” (Gen 3, 8-9); y la segunda es: “¿Dónde está tu hermano Abel?” (Gen 4, 9).

Hacernos estas preguntas mientras vamos a clase, al levantarnos, al descansar en la noche, mientras uso el móvil, en el deporte… nos ayuda a responder e iniciar un diálogo con Aquel que nos pregunta. Oración sencilla en forma de respuesta, pero cargada de hondura. Estas dos preguntas diarias las proponemos como punto de partida y toma de conciencia. Nuestra imaginación como educadores nos ayudará a proponerlas de manera creativa en toda su responsabilidad.

  1. La Cuaresma como tiempo de volver a casa. Dice en su introducción el mensaje cuaresmal de este año: “La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios ‘de todo corazón’ (Jl 2, 12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar”.

Desde esta clave, ofrezcamos sin reparo el sacramento del perdón. “Toda la vida es un viaje de retorno a casa”. Con esta frase comienza la película Patch Adams (1998), con Robin Williams montado en un autobús. Recomiendo verla porque concentra valores e ideas que iluminan esta idea de camino cuaresmal: aprender a ver lo que otros no quieren ver, contemplar el sufrimiento de los demás, aprender a dar alegría en medio de la desesperanza, asumir con responsabilidad la vida del otro como don, crear espacios de encuentro… Incluso la muerte y el desprecio como posibilidad del resistente, del confiado, del luchador…, que afronta las contradicciones de esa hipocresía social que levanta muros y cierra fronteras.

El día de san Francisco de Sales de este año, hablando de esta clase de personas tan necesarias, Francisco decía: “A través de muchos ‘canales’ vivientes, a través de las personas que se dejan conducir por la Buena Nueva en medio del drama de la historia, son como faros en la oscuridad de este mundo, que iluminan el camino y abren nuevos senderos de confianza y esperanza”. Son los santos y santas sin altar que caminan aún hoy mientras hacemos deporte, compramos ropa, tomamos café o vamos al banco. Fuente: VN. Autor: Leonardo Sánchez Acevedo, SDB, director del Boletín Salesiano (Documento completo en el archivo adjunto)