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XXXV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

5 abril, 2020

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA XXXV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

(Domingo de Ramos, 5 de abril de 2020)

“¡Joven, a ti te digo, levántate!” (cf. Lc 7,14)

Queridos jóvenes:

En octubre de 2018, con el Sínodo de los Obispos sobre el tema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, la Iglesia comenzó un proceso de reflexión sobre vuestra condición en el mundo actual, sobre vuestra búsqueda de sentido y de un proyecto de vida, sobre vuestra relación con Dios. En enero de 2019, encontré a cientos de miles de coetáneos vuestros de todo el mundo, reunidos en Panamá para la Jornada Mundial de la Juventud. Eventos de este tipo —Sínodo y JMJ— expresan una dimensión esencial de la Iglesia: el “caminar juntos”.

En este camino, cada vez que alcanzamos un hito importante, Dios y la misma vida nos desafían a comenzar de nuevo. Vosotros los jóvenes sois expertos en esto. Os gusta viajar, confrontaros con lugares y rostros jamás vistos antes, vivir experiencias nuevas. Por eso, elegí como meta de vuestra próxima peregrinación intercontinental, en el 2022, la ciudad de Lisboa, capital de Portugal. Desde allí, en los siglos XV y XVI, numerosos jóvenes, muchos de ellos misioneros, partieron hacia tierras desconocidas, para compartir también su experiencia de Jesús con otros pueblos y naciones. El tema de la JMJ de Lisboa será: «María se levantó y partió sin demora» (Lc 1,39). En estos dos años precedentes, he pensado en que reflexionemos juntos sobre otros dos textos bíblicos: “¡Joven, a ti te digo, levántate!” (cf. Lc 7,14), en el 2020, y “¡Levántate! ¡Te hago testigo de las cosas que has visto!” (cf. Hch 26,16), en el 2021.

Como podéis comprobar, el verbo común en los tres temas es levantarse. Esta expresión asume también el significado de resurgir, despertarse a la vida. Es un verbo recurrente en la Exhortación Christus vivit (Vive Cristo), que os he dedicado después del Sínodo de 2018 y que, junto con el Documento final, la Iglesia os ofrece como un faro para iluminar los senderos de vuestra existencia. Espero de todo corazón que el camino que nos llevará a Lisboa concuerde en toda la Iglesia con un fuerte compromiso para aplicar estos dos documentos, orientando la misión de los animadores de la pastoral juvenil.

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