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“VIVENCIAS DEL SEMINARIO DE PROFUNDIZACIÓN EN EL CARISMA”.

21 agosto, 2017

Queridas hermanas, aquí estamos! Las teclas del ordenador y las ganas de compartir con ustedes nuestras lindas experiencias están prestas para un capítulo más de “VIVENCIAS DEL SEMINARIO DE PROFUNDIZACIÓN EN EL CARISMA”.

Como les adelantábamos en la publicación anterior, esta parte ya les contamos desde VIC, nuestra cuna.Las experiencias han sido muy intensas. Desde encontrarnos con el mismísimo Padre Coll y poder, cotidianamente, sentarnos junto a él y hablarle como hijas suyas que somos, el compartir con nuestro querido Padre Vito, la alegría de estar con nuestras hermanas, pisar tantos lugares significativos e importantes para la Congregación toda, como releer nuestra historia, han sido fermento suficiente para que cada uno de nuestros días los hayamos vivido intensamente y renovado nuestros deseos de fidelidad a la respuesta que hemos dado algún día y, sobre, todo, a la confianza que la Congregación toda ha puesto en cada una de nosotras. Trataremos de, en breves palabras, ir detallando las distintas actividades y experiencias vividas en estos días.

El día 14 de julio hemos tomado camino para Vic. El corazón palpitaba fuerte. Era grande lo que nos esperaba: el encuentro con nuestro querido Padre Coll. Sí, sí, allí mismo donde la Congregación recibió los primeros alientos de vida, antes de expandirse por el mundo entero, tal como él mismo lo soñó.

¡Qué sensación más bonita es sentir que llegamos a casa! Nuestra querida casa Madre. Con las puertas y los brazos abiertos estaban nuestras hermanas para recibirnos: Hna Ángeles Figuls, Hna Nuria Cuellar y otras hermanas más de la comunidad. Y ¡otro gran honor! ser recibidas por el mismo Fray Vito quien, como amante del Padre Coll, recibía con gran cariño y detalle a las hijas. ¡Estamos en tierra sagrada! Casi, casi nos postrábamos a besar el suelo que pisábamos. El Padre Vito, sin perder tiempo, nos llevó a saludar al dueño de casa, a aquel que esperaría con tanto amor e ilusión el encuentro con sus amadas hijas: nuestro querido Padre Coll ¡Cuánta emoción! Y, para hacer este sentimiento más grande todavía, nos comparte, Fray Vito, que este mismo día estaba celebrando los 50 años de su ordenación sacerdotal. Y claro que lo celebramos con él, tratando de que se sienta acompañado por toda la Congregación por la que tanta vida ha entregado.

Todos los demás días siguientes serán un beber del pozo continuamente. ¡Cuánta agua guarda en su profundidad! Nuestro carisma, podemos decir con absoluta seguridad, es una bendición de Dios. O, mejor decirlo en palabras del mismo Padre Coll “Sí, sí, esto es obra de Dios”. Esta certeza era alimentada también por el Padre Vito quien, en los 10 días que compartimos con él, como buen imitador del Padre Coll, no perdía oportunidad para dirigirnos palabras reconfortantes y de mucho ánimo y que, de alguna manera, nos motivaban a amar más aún nuestro carisma. Eran palabras que no guardaban desperdicios. Cada lugar, cada obra, cada cosa que tuvo o tiene que ver con el Padre Coll y los inicios de la Congregación guarda un valor grandioso y, más valiosos aún se nos presentan, cuando tenemos a alguien como el Padre Vito que nos puede explicar el sentido de cada uno de ellos. Así fuimos acercándonos cada día a fuentes documentales y monumentales.

A medida que pasaban los días, cada lugar de nuestra Casa Madre cobraba vida: la capilla de la Comunidad, la capilla de Nuestra Señora del Rosario, la escalera que tantas veces habrá pisado la Madre Rosa Santaeugenia, el Museo del Padre Coll y de la expansión de la Congregación, la Biblioteca de la casa Madre y sus libros hasta cuyos olores significaban para nosotras. Recorrer aquellas calles de piedra de Vic, por las que tantas veces habrá transitado el Padre Coll, las diversas casas o fuentes monumentales que llegamos a conocer por la relación que guardan con él, la parroquia de Nuestra Señora del Rosario del Convento de los Dominicos, la casa Sacerdotal desde donde nació al cielo, el convento de las Dominicas del Enseñanza, el pueblo y la parroquia de Moyá, la Ermita de San Jordi y la casa de Puigseslloses y tantos otros lugares,  solamente nos hablaron de amor, sí, de un amor inmenso del Padre Coll por el Evangelio y por la salvación de las almas, lo que explica su gran pasión por la predicación, y que nos puede tener seguras de que, realmente, llegó a “reventar de amor por Dios” como deseaba su madre. En muchos de esos lugares, el Padre Coll ha pasado horas amasando su sueño, pero no lo hacía sólo, al contrario, el principal protagonista será el Señor, a cuyo cuidado dejaba todo. Aquí, nos permitimos transmitirles, queridas hermanas, una exhortación insistente del Padre Vito: que demos a conocer al Padre Coll, porque sigue siendo muy desconocido. Él no es sólo para la Anunciata, debe ser para toda la Iglesia. No debe quedar encerrado en nuestras capillas, debemos donarlo a las demás gentes.

Las fuentes monumentales y documentales llenaron nuestros días. Nos internamos progresivamente en las distintas biografías escritas del Padre Coll: Padre Lesmes Alcalde, Hermana Inés Pujols, Padre Getino, Padre Garganta, hasta llegar a la gran obra maestra del Padre Vito: “Testimonios”. Hoja por hoja, entre líneas podemos descifrar la clara presencia de Dios no sólo en la Vida del Padre Coll sino también en los inicios de nuestra Congregación, aún entre las no pocas dificultades que presentaba en algunos casos. El Padre Vito, fiel al mandato de que el historiador no debe ocultar nada de lo verdadero ni decir nada falso, fue aclarando cada una de las dudas que se nos presentaban acerca de los primeros años de la Congregación, sobre todo, después de la muerte de la Madre Rosa Santaeugenia.

Un gran regalo de estos días también fue el grato compartir con los parientes del Padre Coll, quienes nos regalaron una tarde amena y agradable. Agradecemos mucho al padre Vito su amor y generosidad para con la Congregación. Y estamos seguras de que, después de haberle escuchado y compartido con él estos días, no volveremos a leer sus libros de la misma manera como lo hacíamos antes. Nos atrevemos a decir que, personas como él, nunca deberían morir.

Y en nuestra búsqueda de aguas profundas, no podía faltar el sur de Francia, tierra que sintió arder el corazón de Domingo de Guzmán ante las atrocidades causadas por los cátaros. Para allá fuimos, el día de la fiesta de Santa María Magdalena, Patrona de la Orden. Una belleza natural, inmensas plantaciones de girasol fueron acercándonos a Prulla, lugar bendito. Estamos muy agradecidas con nuestras queridas monjas por abrirnos las puertas de esta tierra sagrada y permitirnos celebrar allí la Eucaristía. En Fanjeaux, visitando los lugares por donde estuvo nuestro Padre, podemos afirmar que era el mismo Domingo quien caminaba al lado de sus hijas. Pareciera que en este seminario todo se dispone para recordarnos a qué hemos venido, porque, también allí, después de empaparnos más de la historia y pasión de Domingo por la predicación, bebimos agua de otro pozo, el considerado como el ojo de Domingo. Recorriendo las huellas de nuestro Padre también llegamos a la antigua ciudad de Carcasona, que llama la atención por sus imponentes murallas, y cuyas calles nos muestran la rica historia que guarda. Y como es de esperar, en nuestro paso por el Sur de Francia no podíamos dejar de lado a nuestras hermanas de Lezignan quienes nos abrieron las puertas con mucha calidez y acogida. Les agradecemos el bello compartir que nos han permitido.

Durante todos estos días en la casa Madre valoramos el privilegio de la Eucaristía y la liturgia cotidianas con la comunidad de hermanas, acompañadas con la solemnidad que la Hna. Figuls bien le sabe dar.  En este año de la fidelidad no podíamos dejar de hacer una memoria especial de nuestras hermanas mártires, y lo hicimos, justamente en la misma fecha en fueron martirizadas. ¡Cuánto ejemplo nos han dado! Sabemos que desde el cielo ellas interceden por toda la Congregación y nos ayudan a vivir, también nosotras, en fidelidad.

No podemos dejar de resaltar la belleza y creatividad desplegada en la presentación de las diferentes Provincias y el Vicariato, en su historia y realidad. Un trabajo muy bien hecho. Hermanas todas de las diversas provincias, estén seguras de que han tenido unas muy buenas embajadoras. Sin duda, las danzas típicas de cada país eran un complemento perfecto. ¡Cuánta riqueza en la diversidad! Y sobre todo, uno siente que el corazón se ensancha al ver presente y tan viva la Anunciata, en tantas partes y con unas pastorales tan diversas y actuales que responden a la realidad en la que están presentes. Con estas realidades podemos afirmar que el sueño del Padre Coll de proclamar la Buena Noticia por las poblaciones grandes y pequeñas se ha hecho realidad. Somos hermanas de una gran familia. Que el Padre Coll nos ayude a mantenernos unidas en esta diversidad.

Y no piensen que el seminario es solamente estudio. La fraternidad también crece y se enriquece en la alegría compartida. Es así que los momentos festivos no faltan en este encuentro. Porque el corazón contento alegra el semblante (Prov. 15,13) Recreos creativos preparados por diferentes grupos amenizan, sobre todo, nuestras noches. De muchos de ellos participan nuestras hermanas de la comunidad, a quienes agradecemos infinitamente la solicitud y el cuidado que tienen para con nosotras en todo momento.

Finalizando el mes de agosto hemos visitado a nuestras hermanas de la Comunidad de Elizabeths con quienes compartimos un momento agradable y de gran acogida, para después pasar a conocer el casco antiguo de la ciudad de Barcelona y cerrar el día visitando una gran e imponente obra arquitectónica: el templo expiatorio de la Sagrada Familia de Gaudí. Maravillosa creación del hombre en la que, sin duda, Dios habita. ¡Es la Biblia expresada en piedras! Nos quedamos sin palabras ante tanta belleza. Sólo el silencio puede hablar ante ella. Y por si fuera eso poco, un privilegio, poder bajar a la cripta, guiadas por Mosen Luis Bonet, colaborador de Gaudí en esta grandiosa obra. Damos gracias  Dios y a nuestras hermanas por este gran regalo.

Queridas hermanas, seguimos confiándonos a sus oraciones, pues sabemos que cada día las elevan por nosotras. Que el estar en permanente contacto con la fuente de nuestro Carisma nos permita empaparnos y llenarnos cada vez más de ella, de manera que no pudiendo ya contenerla rebose nuestra vida toda de ella y redunde en bien de nuestras hermanas de comunidad y Congregación toda, y mucho más en el de los destinatarios de nuestra misión. Que la Congregación siga creciendo y floreciendo a partir de nuestra entrega cotidiana y gozosa, conscientes de que a eso hemos sido llamadas.

Es mucho lo que hemos recibido. Somos conscientes de que en medio de todo esto, el silencio contemplativo ha de ser nuestra fiel aliada, pues sólo en ella es posible rumiar y asimilar tanta riqueza que se vuelca en nuestros corazones cotidianamente.

Gracias hermanas, una vez más y, hasta pronto.