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VIERNES SANTO · SILENCIO ELOCUENTE DE LA CRUZ

10 abril, 2020

Isaías 52, 13—53, 12
30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25
Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9
Juan 18, 1—19, 42

Reflexionar en el hecho de entregar la vida, para generar más vida, como es el caso de la muerte de Jesús, nos invita a un viaje a nuestro interior en el que resuenan preguntas singulares y personales: ¿cómo es mi entrega cotidiana? ¿Dónde y cómo gasto mi vida y mis talentos? ¿qué puedo aportar para dar vida, o hacer más bella la vida de quienes me rodean? y lo paradójico de la vida nos muestra que, para dar la vida, entregarse, antes nos tenemos que haber ganado a nosotros mismos.

Dibujo de Maximino Cerezo Barredo

Jesús nos da ejemplo de esta entrega, claro que le duele el camino a la cruz, pero tenía claro su propósito hacer la voluntad del padre y generar vida…

En esta hora de la humanidad que nos toca vivir, invitados a quedarnos en casa para no contagiarnos, ni contagiar y ver hermanos nuestros que siguen con su trabajo y servicio de cuidar la salud, el orden, la atención de emergencia; es un signo visible de entrega y silencio elocuente de servicio.

Lo importante en la vida es el cultivo interior, desde el silencio, la oración, la lectura de la Palabra de Dios; el encuentro con los hermanos…solo así nuestra entrega puede ser efectiva y comprometida… pues toda entrega necesita de incondicionalidad. Jesús con su muerte en la cruz, hace donación de su vida, se entrega. ¿Qué puedo donar yo para la vida del mundo, mi comunidad, mi misión? Toda donación fermenta en una convicción, que Dios anda entre nosotras, está con nosotros y además como bien lo dice el salmo, tú el Dios leal, me librarás del sin sentido de tantos hombre y mujeres de nuestro hoy, de la comodidad, de la individualidad.

Es en las manos de Dios que nos sentimos libres, seguros y gozosos, porque en sus manos hemos colocado nuestra vida y en su regazo de padre hemos reclinado la cabeza, en él descansamos y por ello podemos caminar en la luz de su rostro y por ello tiene sentido la entrega, entrega que implica constancia, trabajo, alegría, esperanza y en muchos casos dolor, incomprensión, desilusión, crisis; experiencias que matizan de colores, sentido y esperanza el caminar cotidiano.

Vale la pena la entrega desde la dimensión o situación que Dios nos invite y sobre todo desde lo cotidiano de la vida, de aquello que nos toca vivir, hacer o compartir; allí cobra sentido la entrega. Que este viernes santo, en el que recordamos la entrega de Jesús en la cruz, nutra nuestra alegría de servir y renueve la esperanza de que la entrega engendra y genera vida, y que gozosamente estemos donde la vida clama.

Hna. Helen Delgado