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VIDA CRISTIANA COMO ALTERNATIVA

8 mayo, 2022

¿Qué vamos a hacer en un mundo en el que, según como se miren las cosas, todo está mal? Para empezar, buscar cosas buenas, que las hay, y muchas. Vamos a cambiar nuestra mirada para ver lo mucho bueno que hay. Y reconocer en esto bueno las semillas del Verbo, las huellas de Cristo, los impulsos del Espíritu. Y luego, vamos a mirar con comprensión a tanta gente que, en medio de sus dificultades y problemas, hace lo que puede. Y, a veces, puede poco. Nuestra tarea, en este caso es no apagar la llama, el pábilo vacilante, la caña cascada. Y si podemos, dar un poco de aliento, enderezar la caña.

Finalmente, ante situaciones que no podemos aprobar, en vez de condenar, hay que presentar la fe y la vida cristiana como una alternativa. Frente a actitudes egoístas, presentar realidades generosas. Frente a tentaciones de muerte y de exclusión, ofrecer instituciones que acogen y ayudan. Frente a vidas desanimadas, ofrecer una mano amiga para animar. Porque cuando se da una mano al desanimado, esta mano transmite mucha alma. Frente a experiencias de ensimismamiento, de mirar solo para sí mismo, ofrecer experiencias de salida, desposesión, desasimiento. Frente a experiencias de control ofrecer confianza. Frente a experiencias de rechazo y desamparo ofrecer la experiencia de la paternidad de Dios, para el que todos somos importantes, necesarios e insustituibles. En una sociedad donde abundan las soledades, deberíamos presentar el cristianismo como una vida en la que desbordan los amores.

Nuestra cultura (si a eso se le puede llamar cultura) acentúa, por un lado, el imaginario del éxito y del poder y, por otro, el vivir y agotar a tope la vida. Para muchos el único objetivo parece ser el gozar. Todo esto nos encierra en nosotros mismos y conlleva una insensibilidad ante experiencias que nos sacan de nosotros mismos y un descuido ante el sufrimiento de los alejados. La experiencia de Dios, por el contrario, se apoya en experiencias que nos hacen salir de nosotros mismos. La experiencia de Dios en nuestra cultura podría tomar la forma de una experiencia de contraste, de un adentrarnos por caminos diferentes. Dios no es rentable, es absolutamente gratuito: nos ama porque sí. Es un Dios que genera fraternidad, hace que me sienta vulnerable frente a los débiles de este mundo. La preocupación por el bien de los demás puede convertirse en el buen camino para estar en el mundo sin ser del mundo, en línea con lo que Jesús dice de los suyos (Jn 15,19).

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat