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Solemnidad de LA ASUNCIÓN DE MARÍA

15 agosto, 2020

Lc 1,39-56

El dogma de la Asunción nos manifiesta que la relación de María con Dios fue una relación de amor. María fue «asunta», es decir, fue asumida por Dios a la gloria celestial. Él la integró dentro de sí.

La solemnidad de la Asunción nos pone a todos en camino. María, que respondió plenamente a la invitación de Dios, nos enseña el camino que todos nosotros estamos llamados a seguir: el camino del amor. Éste, se pone de manifiesto claramente en el pasaje evangélico de hoy. María, sale de sí misma y con una actitud humilde, acepta su misión e intuye que Dios la llama a ponerse al servicio de quien la necesita; sin pausa, sin demasiados cálculos ni programaciones, urgida por el mismo amor de Dios, se pone en camino y va aprisa a la montaña para ponerse a disposición de su prima Isabel.

María, nos invita a descubrir en nuestra vida la actuación de Dios, siempre atento a los más necesitados; nos anima a recorrer con ella el camino del amor, a arriesgar, a salir de nuestras comodidades y seguridades y, hacer de nuestra vida un canto de alabanza y de acción de gracias a Dios.

Como María, nuestro fundador, el P. Francisco Coll i Guitart OP, un día como hoy, el 15 de agosto de 1856, con la mirada siempre puesta en los más necesitados, abandonó la seguridad que en aquel momento le podía proporcionar su fama de predicador y se arriesgó a transitar otros caminos, fundando la Congregación. Con decisión, sin apenas recursos, sorteando toda clase de dificultades, emprendió el nuevo camino llevando como equipaje la oración y la fe en Dios, con la profunda convicción de que, si el proyecto al que se sentía llamado a fundar era Obra de Dios, saldría adelante.

Todos nosotros después de un largo período de tiempo en el que hemos estado confinados en casa y nos hemos visto privados del encuentro físico y supeditados a encuentros virtuales; poco a poco, salimos de nuestras casas y regresamos al camino, pero… para qué, cómo, con qué actitudes, hacia dónde caminamos…

Hoy, el Señor, como hizo con María, con San Francisco Coll o con muchos otros hombres y mujeres de nuestra historia, nos llama a “ir a la montaña”, a salir, a abandonar seguridades e ir a las periferias de nuestro mundo. ¿Estamos dispuestos a transitar el camino del amor, a salir de nuestra propia casa y acudir allí donde se nos necesite?

Hna. Gloria Cañada Millán

  Dominica de la Anunciata