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SE ABREN LAS IGLESIAS

18 mayo, 2020

Desde el 18 de mayo, prácticamente en toda España, abren de nuevo las Iglesias. El próximo domingo se podrá celebrar, con una cierta normalidad, la fiesta de la Ascensión. Las autoridades sanitarias, con algunas precauciones y restricciones, permiten de nuevo que haya culto con asistencia de fieles. La verdad es que, con puertas abiertas o cerradas, desde hace unos años, ha disminuido la asistencia a las celebraciones eucarísticas. Cada vez son menos los bautizados que cumplen con el así llamado precepto dominical. Pero una cosa es que los bautizados no acudan libremente a las Iglesias y otra que no puedan acudir porque la ley se lo impide. Una ley que tiene sus razones. Aunque siempre hay quien dice, con sus razones también, que se ha aprovechado la alarma sanitaria para impedir incluso celebraciones con pocas y separadas personas.

Lo importante es que empezamos a recuperar algo de normalidad ciudadana y “religiosa”. Porque lo de las Misas por internet ha estado muy bien, pero no es lo deseable. No es lo mismo presenciar una celebración por televisión, que sentir hasta físicamente que se forma parte de la celebración, con la presencia de otros cristianos, formando una asamblea, un pueblo que canta unido las alabanzas del Señor y le da gracias por sus beneficios. Habrá que estar precavidos, porque sigue habiendo peligro de contagio. Pero precavidos lo estamos siempre, por un motivo u otro. Ahora tenemos que tomar otras precauciones. Hay que verlo como algo normal. Y no hacer problema donde no lo hay. Estoy pensando, por ejemplo, en la cuestión del modo de comulgar. O en decir una vez todos juntos “amen” y no de forma individual al recibir la comunión, para evitar emitir gotas de saliva.

Hay cosas que conviene explicar bien para que no sean mal entendidas, como la recomendación de no tocar papeles o folletos con textos bíblicos o cantos. Estos objetos son vectores de contagio. Si se reduce el intercambio de personas que los utilizan, se reduce el peligro de contagio. Y a propósito de algunas recomendaciones, yo pediría a las autoridades una cierta coherencia. No parece coherente que se insista en que las celebraciones duren el menor tiempo posible y, sin embargo, se permita estar sentado en las mesas del bar todo el tiempo que uno desee. Por cierto, esta comparación entre el bar y la Misa siempre puede servir para que pensemos donde están nuestras prioridades.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente de la noticia: nihilobstat.dominicos.org