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SANTIDAD MISIONERA

3 octubre, 2019

Se inicia nuestro mes de octubre con dos acontecimientos relevantes que se implican mutuamente. Desde la Iglesia universal, el Papa Francisco nos motiva a celebrar un Mes Misionero Extraordinario en recuerdo del centenario de la carta apostólica Maximum illud de Benedicto XV, sobre el compromiso misionero de la Iglesia. Y más «desde casa», como familia Anunciata celebramos el décimo aniversario de la canonización de nuestro querido Padre, san Francisco Coll.

No es raro que digamos que estos dos acontecimientos se implican, porque precisamente la santidad de san Francisco Coll fue ante todo una santidad misionera. Y decimos esto porque en la medida que estudiamos más su vida, que leemos más en las fuentes,  que comprendemos mejor sus motivaciones, cada vez queda más claro que toda su postura vital (ya sea como misionero popular o como fundador, como joven predicador lleno de energías o como enfermo cada vez más imposibilitado) es precisamente la de un cristiano y un religioso en salida misionera.

«En salida»: el Papa Francisco nos ha acostumbrado a esta admirable expresión, que dice tanto en tan pocas palabras. La vuelve a repetir en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2019 y, a la vez que nos invita y nos interpela, parece como si estuviera describiendo la experiencia del Padre Coll…

«Una Iglesia en salida hasta los últimos confines exige una conversión misionera constante y permanente. Cuántos santos, cuántas mujeres y hombres de fe nos dan testimonio, nos muestran que es posible y realizable esta apertura ilimitada, esta salida misericordiosa, como impulso urgente del amor y como fruto de su intrínseca lógica de don, de sacrificio y de gratuidad (…) Es un mandato que nos toca de cerca: yo soy siempre una misión; tú eres siempre una misión; todo bautizado y bautizada es una misión. Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida»[1].

Esto nos recuerda aquella acertada pincelada con que se retrata al Padre Coll: «El celo que lo devoraba lo salvó de la inercia de la exclaustración»[2]… Sí, ese celo, ese fuego, esa mezcla de fervor y audacia lo llevaban a estar permanentemente en salida, aunque esto le supusiera renunciar a las seguridades, las comodidades, las inercias de un tiempo en el que predominaban el «no hay nada que hacer», «todo está perdido», «no nos permiten hacer otra cosa»…. Por eso, en esta reflexión sobre la santidad misionera del Padre Coll -a la que estamos llamados todas y todos como familia espiritual- volvemos a estas otras palabras del Papa, hablando precisamente de la santidad:

«Nos moviliza el ejemplo de tantos sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que se dedican a anunciar y a servir con gran fidelidad, muchas veces arriesgando sus vidas y ciertamente a costa de su comodidad. Su testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida. Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante» (GE 138).

Elevemos, entonces, al inicio de este octubre, esta oración abierta a toda la Iglesia, por la intercesión de nuestro santo misionero, san Francisco Coll:

«Pidamos al Señor la gracia de no vacilar cuando el Espíritu nos reclame que demos un paso adelante, pidamos el valor apostólico de comunicar el Evangelio a los demás y de renunciar a hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos… De ese modo la Iglesia, en lugar de estancarse, podrá seguir adelante acogiendo las sorpresas del Señor» (GE 139).

[1] Del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las misiones 2019 “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”.

[2] Biografía de san Francisco Coll en la web vaticana http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/2009/ns_lit_doc_20091011_coll_sp.html