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SAN FRANCISCO COLL: EVANGELIO HECHO VIDA

9 mayo, 2024

Sabemos que el Padre Coll, como buen dominico, fue un «hombre de la Palabra», hombre de Evangelio. De tanto contemplar, meditar y predicar el Evangelio, su misma vida, acciones, actitudes y palabras se fueron empapando de La Palabra. En este mes de mayo en que recordamos especialmente a Nuestro Fundador y nos preparamos para su fiesta, proponemos para la reflexión algunos breves testimonios que, como pequeñas estrellas, reflejan precisamente esa vivencia del Evangelio en la vida de San Francisco Coll

Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis (Mt 19, 14)

«Se notaba en el Siervo de Dios la virtud de la sencillez y humildad de un niño. Una vez, cuando rezaba el Rosario en nuestra casa, como lo hacía con la voz muy alta que le era natural, con mis hermanos nos reíamos de ello, mas el Siervo de Dios, al darse cuenta, prosiguió con toda devoción como si nada hubiera observado; pero al terminar el Rosario preguntó la causa a mi madre, y lejos de molestarse de nuestra falta, dijo a mi madre que no nos riñera y nos dejara cerca de él» (testimonio de la Sra. Concepción Campañá Durán).

Gratis lo recibisteis; dadlo gratis (Mt 10, 8)

«Explicaba él cómo siempre había sido pobre. Cuando empezó la predicación ganaba algunos duros; pero viniéndole un día gana de contarlos, le asaltó mientras los miraba este pensamiento: “tú no vas bien”; desde entonces predicó siempre de balde, hasta que fundó nuestro Instituto; pues entonces los cobraba, para que las Hermanas tuviésemos algo que comer» (testimonio de la H. Rosa Miró).

No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber? …pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso (Mt 6, 31a. 32b)

Durante las misiones, los misioneros se sustentaban de limosnas. Sobre la austeridad y la confianza en la Providencia que tenía el P. Coll, uno de sus compañeros de misión comenta: «La segunda Misión en que le acompañé fue en la población de Roda… Mas sucedió un caso raro. El día después de nuestra llegada, siendo ya muy tarde, el hermano cocinero, que había de arreglarnos la comida, nos dijo que tendríamos que ayunar; pues no había en casa comestible alguno. El P. Coll, al oír esto, sonrióse y permaneció tranquilo. El no habernos llevado nada fue, sin duda, por haber mediado una mala inteligencia, creyéndose muchos que el Municipio se encargaba de mantener a los misioneros… Como la divina providencia nunca falta, se presentó al fin el amo de una tienda de comestibles, y preguntó a nuestro cocinero si habían traído algo que dar de comer a los Padres Misioneros, y como contestase que no, corrió el buen hombre y nos llevó una gran provisión de alimentos, y dijo a nuestro Hermano que procurara no nos faltara nada, pues así se lo había encargado una señora de la parroquia… En los días restantes fueron muchas las familias que nos proveyeron de alimentos, y el R. P. Coll, mostrando desde el púlpito nuestra profunda gratitud, dijo que no se molestaran en proveernos, porque estábamos ya muy bien provistos» (testimonio del Padre J. Clotet cmf)

Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo (Lc 6, 22-23)

Sobre la gran oposición que tuvo que soportar el P. Coll a causa de haber fundado una congregación con escasos medios económicos, una hermana de los primeros tiempos relata que: «cuando ella llegó, 1º de junio de 1857, y sobre todo cuando llegaban postulantes, oía decir: «¡qué tontas!, eso [la congregación] no tiene fundamento, es un pobre capellán». Al ir a Misa, algunos Canónigos decían: «¡pobres niñas!, ¡no tiene fundamento, si él es un pobre!»- Para hacer desmayar a las novicias, no se recataban de decirlas que el P. Coll era un pobre ignorante, pero el Padre las animaba diciendo: «me dan más de lo que quiero»» (testimonio de la H. Paula Prat)

«Llegó a tanto la oposición, que el P. Coll, recordando años más adelante los disgustos de la fundación, se lamentaba de que hasta los mismos amigos apartasen a las jóvenes de la naciente Congregación, si bien con su innato candor, decía a las Hermanas: «con sólo pensar en el cielo, quedo satisfecho»» (testimonio de la H. Rosa Sala Xámani).

Cuatro ejemplos muy distintos, en los que apreciamos tantas cualidades evangélicas de nuestro Padre Coll: la humildad y el amor a los niños; la gratuidad de la entrega misionera; la confianza en la Providencia acompañada de una austeridad que no pide más que lo necesario; la aceptación de la cruz que llega al arriesgarse por el Reino, con la alegría puesta en Dios y en el cielo.

¡San Francisco Coll, hombre de Evangelio, intercede por toda tu familia espiritual para que, meditando cada día la Palabra de Dios, sepamos irradiar su Luz hecha vida cotidiana y concreta!

Hna. Luciana Farfalla