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¡PARA TI ES MI MÚSICA, SEÑOR!

20 julio, 2020

Descubriendo el patrimonio litúrgico-musical de la Anunciata (parte 1)

Entrevista a Hna. Mª Àngels Figuls

Buenos días, Hermana. Nos hemos reunido hoy contigo en esta Casa Madre de Vic, porque queremos saber más sobre un aspecto de la historia de nuestra Congregación: el patrimonio musical de la Anunciata. Podemos empezar con nuestros Padres fundadores… Santo Domingo y el Padre Coll… ¿sabemos algo de su relación con la música?

Yo creo que sabemos y podemos saber más, porque en principio tenemos datos de que los dos eran buenos cantores. Y que tenían buena voz, sonora voz, no sólo para predicar sino también para cantar. De Santo Domingo sabemos que a él le gustaba la misa cantada y como muchas veces iba de viaje, pues hay testimonios que dicen que buscaba lugares donde encontrar una iglesia idónea para poder celebrar y cantar la misa. Y también otro testimonio es que animaba a los novicios, a los principiantes, iba de una parte a otra del coro exhortándoles de palabra y con el ejemplo para que cantaran bien, que prestaran atención y recitaran devotamente los salmos. Creo que esto nos indica también que la música no era sólo «cantar por cantar», sino que era como la voz del corazón que daba tono a la liturgia. Y del Padre Coll también hay testimonios, sobre todo decían de él que estaba dotado de una voz dulce y sonora que dominaba el coro. Apenas profesó ya fue nombrado cantor; sabemos que tuvo algunos problemas de salud que parecía le iban a impedir cantar, pero lo hizo por obediencia y aquello salió  «redondo».  Hay testimonios, sobre todo de su connovicio el Padre Domingo Coma, que indican que era un gran cantor y un animador de la vida litúrgica y comunitaria.

Este amor que tenía el Padre Coll por la música y la liturgia ¿era algo personal de él, o te parece que entra dentro del legado que quiso dejar a la Congregación?

Bueno, pienso que nos lo quiso legar, porque él se preocupó mucho de la enseñanza a todos los niveles para las hermanas y procuró los mejores profesores en todos los aspectos. Pero sobre todo hay testimonios de que desde el comienzo de la Congregación las hermanas tenían mucho interés por la música y por el cuidado de la oración, sobre todo de la oración y de la liturgia. Y consta que, desde el tiempo del Padre Coll, cuando ya tenían cubiertas las primeras necesidades en las comunidades, se preocupaban de este aspecto.  En la Crónica primera se relata por ejemplo lo  sucedido en san Andrés de Palomar, fundada en 1863. Dice: “Se vio desde el principio la suma conveniencia de contar con personal que cantase en las funciones y diese clases de música. Y nadie podía desempeñar con más acierto estos oficios que un sacerdote dominico competente, completamente instruido en la música  instrumental y vocal, por eso el Padre Coll puso los ojos en el Reverendo Padre fray Agustín Solá, dominico, quien además de decirles misa tocaba el armónium en las funciones y enseñaba el canto a las hermanas. Tuvo lugar esto en septiembre de 1866”. O sea: muy pronto, ¿no? Esto es una de las cosas que se ha visto a través del tiempo, que prácticamente en cada comunidad tenía que haber una hermana que tocara, que supiera música, que supiera enseñar, tanto para el Colegio como para las mismas hermanas. Y esto mucho tiempo, hasta casi nuestros días: mientras se ha podido se ha llevado a cabo. Y pienso que la Congregación nunca ha escatimado personas, a veces mandándolas a otros lugares para estudiar bien y para poder enseñar bien en este aspecto. Y hay otra cosa que me gustó leer, en el relato de una misa solemne en el Centenario del nacimiento del Padre Coll (1912). Allí se ve cómo tenían una calidad musical bastante importante…  Exactamente dice: «A las diez horas prescritas para empezar, la iglesia de la Casa Madre rebosaba de gente. (…) Empezó la función con un magnífico Benedictus dominus Deus Israel cantado por el coro de las hermanas con verdadero espíritu y arte musical, contestado por los sochantres de la Iglesia catedral desde el presbiterio, donde estaban de pie revestidos…». Y en otras solemnidades que hemos ido viendo, en otras ocasiones, centenarios, celebraciones, pues siempre la Casa Madre y otros lugares de la Congregación han contado con coros de hermanas que no tienen nada que envidiar a otros coros que tienen mucha categoría [risas]. Pero la cosa más importante para mí es que todo esto estaba precisamente al servicio de la liturgia. Y por eso no nos ha preocupado darlo a conocer, o decir «mira lo que hemos hecho»… solamente ha sido por convencimiento de lo que teníamos que hacer, pero sin ostentación. Ha sido siempre una cosa nuestra, muy bien tratada y muy bien preparada. Y eso se puede seguir viendo todavía hoy; quizá ahora tenemos menos posibilidades, pero están surgiendo hermanas jóvenes en distintos lugares de la Congregación que cantan muy bien. Y todo esto hay que valorarlo y seguir haciendo como hacía el Padre Coll y como han hecho las primeras hermanas: dar estudios a las hermanas y darles posibilidades porque es un servicio, un gran servicio.

También me he enterado de que has estado haciendo una pequeña investigación sobre el antiguo armónium de la Casa Madre… ¿qué fue lo que encontraste?

Bueno, yo veía que el armonio que teníamos desde siempre, el que conocí desde el día que entré, era un instrumento que llegaba a tocar como un gran órgano. Teníamos un afinador  que vino muchos años, y él nos decía que era muy bueno y que en España de estos armonios no había más que dos o tres. Ahora lo hemos tenido que cambiar por un instrumento de tipo moderno, que más que armonio es un órgano electrónico, entonces yo decía «qué pena, está bien el órgano electrónico, pero no sustituye este armonio… pero ¿quién lo va a tocar?». Porque nos parecía que ya no teníamos la suficiente fuerza ni preparación y, además, que el antiguo necesita ya un arreglo muy grande. Entonces dijimos: lo que está claro es que este armonio no puede ir a ningún depósito, tiene que ser conservado y nosotras no debemos perderlo de vista.  A todo esto, un día vino un señor a quien yo le había comentado que teníamos este armonio y que nos parecía que era una pieza muy buena. Vino a verlo y dijo que sí, que realmente era una pieza muy buena y muy antigua.  Tampoco sabíamos exactamente cómo había llegado, de dónde había venido, buscábamos en las Crónicas pero quizá no supimos encontrarlo. Y más tarde este señor volvió con un amigo suyo de Francia, porque parece ser que este armonio viene de Francia, de la fábrica Mustel que está allí. Y él se interesó muchísimo  y dijo que, en este momento, están tratando de buscar dónde han ido a parar estos armonios, en principio para que no se pierdan. Y él investigó (hizo una foto en el mismo órgano de una plaquita que tiene abajo) y con aquello consiguió saber de dónde venía y cuándo lo habíamos comprado. Luego me mandaron este mensaje que dice: «Por fin hemos encontrado una pista de este armonio. Como podéis ver fue comprado por vuestra comunidad el año 1908 y extraordinariamente se ha conservado en el mismo lugar de origen, cosa poco frecuente, ya que estos armonios a veces van de un sitio a otro… Tenéis una pieza fantástica y sería conveniente conservarla. En Francia estos instrumentos son muy valorados y aquí todavía estamos  un poco atrasados para valorar todo esto». Entonces de momento lo tenemos en un recibidor, y tendremos que ver qué se hace. Pero sobre todo la importancia que tiene es que nos deja ver que la Congregación, desde el principio, «no se entretuvo en cositas», o sea, iba al grano de las cosas y aquello que podía ser de mejor utilidad y para la dignidad de la liturgia no lo pensaban dos veces, e igual buscaban lo mejor posible para estas celebraciones. Yo lo he visto a veces en otros instrumentos de música, o para grabación, que se ha buscado quizá lo mejor para que ofreciera el servicio con toda calidad.

 Esto que dices me trae a la memoria que en el recordatorio necrológico de la Hna. Rosa Santaeugenia decía algo así como que «amaba el esplendor del culto divino», como que intentó darle el realce debido…

Sí…Yo pienso que esto no ha sido solamente para un disfrute, y menos para decir «tenemos lo mejor»…no, sino que ha sido al servicio verdadero de la liturgia, de la profundidad de la liturgia, de lo que ella significa. No solamente ornamentación, todo esto es mucho más hondo…

(continuará)