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PALABRAS DE UN ANTIGUO ALUMNO: PEDRO CASALDÁLIGA Y LAS DOMINICAS DE LA ANUNCIATA

3 septiembre, 2020

Hace unos pocos días murió Don Pedro Casaldáliga, misionero claretiano, entre muestras de afecto, admiración y reconocimiento por su labor como Obispo entre los más pobres y por su poesía inspirada en el amor de Dios y la libertad. Nacido en 1928 en el pueblo de Balsareny, en su infancia fue ―como tantas niñas y niños de los pequeños pueblos catalanes― alumno de las Dominicas de la Anunciata, en el colegio que el mismo Padre Coll había fundado. Guardó siempre hermosos y agradecidos recuerdos para las Hermanas.

Hoy queremos compartir una bella carta que escribió para las celebraciones del centenario del Colegio del Balsareny, en el año 1959, siendo todavía un joven sacerdote. Abriendo el corazón a sus recuerdos de infancia, sus palabras transmiten el agradecimiento por la semilla sembrada por aquellas Hermanas sencillas, buenas y sabias. Es una delicia escucharlo y llegar a comprender que el Padre Coll, a través de sus Hijas, también contribuyó con su granito de arena en la formación de este gran misionero entregado al servicio de los más pobres.

He aquí su testimonio:

«He aceptado la invitación de las Hermanas para estas líneas, como un alumno que acepta, irremisiblemente, el dictado o las cuentas o el deber para casa. Como si me sentara aún en aquellos bancos, bancos minúsculos de la clase de párvulos. Soy ex-alumno del colegio, gracias a Dios, y Él sabe lo que debo a la semilla que sembró, en mis años menudos, ese colegio inolvidable del otro lado de la plaza, donde lloré y merendé y aprendí a rezar y ayudé a Misa, y escribí a máquina y donde tomé el fresco, a la entrada, muchas siestas de verano.

Por otra parte tengo la sensación de hablar en nombre de todo Balsareny. Recuerdo por todo el pueblo y en nombre de todo el pueblo agradezco y auguro.

Casa por casa, la abuela, la madre o la hija o todos juntos probablemente y los hombres también, en sus primeros años, todo Balsareny les debe a las HH. Dominicas de la Anunciata la instrucción, la educación cristiana y sólida, el difícil aprendizaje de la vida.

Habremos censurado tal vez, en un momento dado, ese fallo o aquella deficiencia; pero en última instancia nos ha tocado reconocer a todos la insustituible eficacia de la labor de las HH.

Han pasado políticas y caprichos gubernamentales, rencillas de competencias y modas laicas… a la hora de dar educación a sus hijos, los contrarios de las monjas han sido los primeros en escoger el «colegio de las monjas» precisamente. Quizás sería mejor decir que las Hermanas no han tenido nunca en Balsareny contrarios que valieran la pena; porque su caridad maternal y desvelada no los podía tener.

Son ya cien años transcurridos desde aquel 22 de enero de 1859 en que llegaron al pueblo las primeras Hnas. por iniciativa propia del Padre Fundador. Y el colegio de las HH. a través de un siglo tan pródigo en cambios ha sido fielmente lo que debe ser un Colegio de Religiosas.

Desde su llegada a la casa provisional de la vieja calle del Castillo, un relevo incansable de nombres que recordamos con veneración, las HH. han proseguido ejemplarmente su tarea abnegada, sorteando horas difíciles, sobreviviendo a la tragedia del 1936, rehaciéndolo todo, después, a partir de 1939. Son muchos días y muchos sacrificios…

Balsareny lo ha comprendido así, casi siempre; y ha respondido cariñosamente al sacrificio de las Hermanas poniendo en ellas el mejor testimonio de confianza que un pueblo puede dar: los hijos. Y ha dado a las HH. Dominicas la otra prueba, más grande todavía de esas 29 vocaciones, nacidas en Balsareny, buen número de ellas también Dominicas. Tres de las cuales llevan un nombre familiar próximo: La H. Sofía Rodergas y las HH. Angelita y Pilar Ortega, doblemente hermanas.

El P. Coll en sus correrías apostólicas por toda la cuenca del Llobregat, había dicho por repetidas veces a nuestros abuelos: «Voy a traeros un regalo que os ha de gustar mucho». Cumplió el Fundador su palabra y el regalo dura todavía. ¡Y durará! El colegio de las HH. Dominicas de la Anunciata de Balsareny, en este ángulo entrañable de la Plaza, está remozado y alegre y prestigioso sobre la ruta abierta del segundo centenario como un barco recién botado bajo la luz de Dios y entre la ovación de los hombres. La numerosa tripulación menuda –el porvenir cristiano de Balsareny- está en buenas manos. Adelante.

Yo no ayudaré probablemente ninguna otra Misa en la Capilla de las HH. a los pies de la Virgen del Rosario, pero en la Misa que celebre, donde sea, cada día, llevaré en el alma y en la oración sacerdotal el recuerdo y la gracia de este Colegio, por tantos títulos mío. Como ex alumno y como hijo de Balsareny».

(Copiado del Tomo IV (1950-1970) de la Crónica de la Congregación de HH. Dominicas de la Anunciata, pp. 335-337)