MARÍA DE LA ANUNCIACIÓN, PEREGRINA EN LA FE
Una de las definiciones más bonitas que encontramos en el Evangelio sobre María es aquella de Lucas: “Bendita tú porque has creído” (Le 1,45), María como mujer de fe, de una fe incombustible y duradera. Nos encontramos ante la primera bienaventuranza del Nuevo Testamento va dirigida a María, mujer creyente: “Bendita tú porque has creído”.
En los Evangelios María aparece como una peregrina en la fe. María entendió desde el primer momento la importancia de la fe, sobre todo la fe en Dios y la vivió durante toda su vida. Fue el eje central de toda su existencia y la clave para entender toda su vida.
María vivió su fe en los momentos de incertidumbre, de turbación y de duda, como en el caso de la anunciación, donde “María quedó turbada ante las palabras del ángel”. En el momento de la duda y de la turbación se fió de Dios con su “Fiat”. Aquí se decide toda la vida de María. Un sí que cambiará la historia del mundo. Entonces era una adolescente, que pone como clave de su vida la fe en Dios. Pero se fía del ángel que le dice: “no temas, el Señor está contigo”, y ella se lo cree, confía profundamente en las palabras del ángel. Esta imagen ha sido representada en muchos cuadros, pero donde mejor quedó plasmada fue en el mismo corazón de la Virgen. Lo magnífico de todo esto es que también Dios se nos manifiesta de mil maneras diferentes pero nosotros preferimos seguir con nuestras dudas, nuestros miedos, nuestras inseguridades ¿por qué?. Porque nos falta fe.
María vivió su fe en la rutinariedad de la vida. Ella sabía que era la Madre del Salvador, pero Jesús se manifestó como tal a partir de sus 30 años. Hasta ese momento, María fue capaz de vivir su fe en lo cotidiano, en el hacer de cada día.
María vivió su fe en los momentos de soledad profunda. Ella vivió tres años sola, sin su esposo José y sin su Hijo. Las madres saben muy bien lo difícil que es vivir este tipo de soledad. María lo hizo gracias a su fe.
María vivió su fe también en los momentos de dolor, de desesperanza, de desencanto. Al poco tiempo de nacer su hijo tuvo que irse a Egipto prácticamente sin nada, sólo con la fe en Dios. Tuvo que ver cómo su Hijo era condenado injustamente, maltratado, coronado de espinas, como arrastró un madero por las calles del pueblo, y sobre todo, vio morir a su propio Hijo de manera terriblemente trágica. También en ese momento se mantuvo fiel al Señor, y fue la fe la que le ayudó a superar prueba tan dura.
María vivió su fe aún esperando contra toda esperanza. Su Hijo había muerto, ella lo había tenido sin vida entre las manos y, a pesar de todo, ella sigue conservando la fe y ahí está en medio de los discípulos transmitiendo ánimo, serenidad, transmitiendo la FE con mayúsculas. Porque sabe, está segura que Dios no defrauda nunca. Y efectivamente, después de la oscuridad ,llega el día de la Resurrección..
María también vivió su fe en los momentos de alegría, de gozo, de entusiasmo. Su Hijo había resucitado y esto le llenaba de gozo y de tremenda alegría. También en estos momentos María conservó la fe y la transmitió a los demás.
María nos enseña que la vida es dura, es difícil, y, a veces, hasta cruel, pero todo puede cambiar si se mira desde la óptica de la fe. Sin embargo nosotros tiramos la toalla rápidamente. Es posible que estemos pasando en nuestras vidas por algún momento de duda, de incertidumbre. Es fácil que estemos pasando por momentos de oscuridad donde parece que Dios se esconde, nosotros le hablamos y Él parece hacerse el sordo, no nos escucha, no quiere complicarse su vida.
María nos dice que la vida puede vivirse desde una óptica diferente. Confiando plenamente en Dios aprendió a confiar más en sí misma, en su persona, en sus pobres cualidades, era tan sólo una muchacha adolescente y muy pobre cuando el ángel se le apareció. Dios le enseñó a tener fe en su propia persona. Nosotros nos miramos al espejo y no estamos de acuerdo sobre como somos, sobre lo que tenemos…. La fe en Dios ayudó a María a tener fe en los demás, a confiar en José, en Isabel, su prima, en el discípulo que tanto amaba a Jesús, en los apóstoles.
María acepta y confía en todos. María confía y espera, sobre todo, en Dios. Su vida sólo tiene sentido si es vivida desde la óptica de Dios. Ella nos enseña cómo desde la sencillez, desde la humildad y con una gran fe en Dios, se puede ser feliz en la vida y afrontarla superando todos los problemas que nos vengan encima.
¡FELIZ DÍA DE LA ANUNCIATA!