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LOS LIOS DE PEDRO Y PABLO

29 junio, 2020

Aunque es probable que más de un lector esté pensando que voy a escribir sobre ese “camarote de los hermanos Marx” formado por Pedro (Sánchez) y Pablo (Iglesias) −presidente y vicepresidente respectivamente del gobierno de España−, en realidad me estoy refiriendo a Pedro (de Betsaida) y a Pablo (de Tarso), cuya fiesta conjunta celebramos hoy. Fueron dos figuras esenciales en la iglesia primitiva. Algunos dicen que, aunque Pedro tuviera el primado, fue mucho más influyente Pablo. Los dos eran judíos. Ambos comprendieron que Jesús no era solo para su pueblo, sino un “patrimonio de la humanidad”. Con más o menos convencimiento y energía, abrieron el Evangelio y la comunidad eclesial al mundo pagano. Por eso, podemos creer hoy sin necesidad de pertenecer al antiguo “pueblo elegido”. Cuando hablo de sus “líos” no me estoy refiriendo a las discusiones que tuvieron acerca del alcance de esta apertura (cf. Gal 2,11-14), sino a la alteración que produjo su actitud, que va en la línea del famoso “hagan lío” que el papa Francisco dirigió a los jóvenes argentinos en la JMJ de Río de Janeiro (2013): “Quiero que salgan fuera. Quiero que la Iglesia salga a la calle”. Cuando uno lee los Hechos de los Apóstoles se da cuenta de que primero Pedro y luego Pablo se tomaron en serio las palabras de Jesús: “Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado” (Mt 28,19).

Creo que hoy tenemos que recuperar este entusiasmo evangelizador a través de un testimonio a pie de calle, en el tú a tú de nuestra vida cotidiana. Es verdad que Internet nos brinda muchas posibilidades de realizar un anuncio nuevo, pero ninguna estrategia sustituye al encuentro interpersonal. En este sentido, creo que los laicos serán los grandes evangelizadores en el siglo XXI. De hecho, ya lo están siendo. Me admiro de la cantidad de iniciativas catequéticas, artísticas, solidarias y litúrgicas animadas por laicos. Los meses de la pandemia han provocado una verdadera avalancha. Este “lío” no sustituye al trabajo de acompañamiento paciente (que es el que ayuda a madurar), pero es imprescindible para encender la chispa. Hay sacerdotes que saben animar y apoyar estos carismas de los laicos. Otros (pocos) se sienten amenazados y postergados. Reivindican enseguida su autoridad: “Le curé c’est moi” (el párroco soy yo). Cada vez serán más inútiles estas regresiones autoritarias. Estoy convencido de que solo con un acercamiento sinodal podemos ir haciendo camino. Quien sepa estimular iniciativas, potenciar carismas y aunar fuerzas estará en condiciones de liderar esta marcha.

Tradicionalmente, hoy se celebraba “el día del papa” en cuanto sucesor de Pedro. Creo que más que ensalzar o criticar al actual papa Francisco (tarea a la que somos muy dados), la mejor manera de celebrar el sentido del “ministerio petrino” es secundarlo. No se trata de imitar su estilo personal (que es intransferible y no siempre del agrado de todos), sino de tomar en serio aquellas orientaciones que señalan el camino de la Iglesia en este tiempo. Es probable que algunas nos resulten demasiado exigentes o desestabilizadoras, pero quizá por eso son las que más nos pueden ayudar a madurar como creyentes y evangelizadores. Una de ellas es la de “salir”, la de no permanecer acomodados en nuestros cuarteles de invierno, eternamente confinados, como si la pandemia fuera, en realidad, una metáfora de una sociedad contaminada que nos inspira temor. Ahora que estamos empezando a “salir” a la calle después de meses de reclusión, es una excelente oportunidad para recordar que estamos llamados a ser “Iglesia en salida”, a “hacer lío”, a llegar donde no llegan las estructuras establecidas. Necesitamos muchos Pedros y Pablos que tengan la valentía de ir más allá de lo que hasta ahora nos parecía normal. La “nueva normalidad” −al menos, desde el punto de vista eclesial− debería ser un poco “anormal”, más callejera y menos sacristana.

Gonzalo Fernández Sanz cmf