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PALABRA DE DIOS

27 noviembre, 2018

(Lc 21, 36)

Lecturas de la Palabra del 1º Domingo de Adviento

Es así como la Palabra nos invita a iniciar este nuevo año litúrgico que comienza el próximo domingo. El tiempo de Adviento es una llamada a renovar la esperanza y la alegría. Para ello es necesario que ¡DESPERTEMOS!

Sí, somos llamadas a despertar. Despierta quien duerme. El sueño es necesario para restablecer las energías, pero también puede ser una forma de “huir” o “escondernos” ante las diversas tareas o situaciones que nos desafían.

¡DESPERTAD! Una llamada imperativa. Urge dejar de dormir y enfrentar la vida. El Evangelio nos dice que es necesario despertar porque “se acerca vuestra liberación”. Sabemos que la “liberación” proviene de Dios, aunque tal vez sea necesario que cada una de nosotras se pregunte de qué necesita ser liberada. Sólo respondiendo a esa pregunta puedo comprender la urgencia que este nuevo Adviento presenta a mi vida.

El Evangelio nos alerta: “Tened cuidado: no se os embote la mente” y nos presenta tres formas: el vicio, la bebida y los agobios de la vida. Parece que ninguna de esas tres situaciones está relacionada con nuestra vida, o por lo menos así parece. Es interesante preguntarse por lo que es el “vicio” y su connotación en el día a día. Fácilmente podemos utilizar la palabra vicio para leer diversas situaciones: juicio frente acciones o actitudes de los demás que no me convencen; insinuación tentadora para justificar algunas de las propias acciones: “¡este chocolate está de vicio!”. Podemos utilizar dos medidas diferentes según quien sea el sujeto de la acción.

Otra alerta está relacionada con los “agobios de la vida”. El ritmo acelerado que nos lleva a realizar “mil cosas” y a considerarnos personas comprometidas en la medida que estamos llenas de preocupaciones y quehaceres. Un ritmo que pasa su factura y que nos deja como “trapos”.

Una vez más resuena la Palabra: «levantaos, alzad la cabeza, estad siempre despiertos». ¿Por qué es tan importante estar despiertos? La primera lectura, del libro de Jeremías, nos dice que “cumpliré la promesa que hice”. Y al hablar de promesas, la Palabra responde a cada una de nosotras. Por eso es tan importante percibir cual es la promesa de Dios para mí, para nosotras, para nuestro mundo, nuestros pueblos, nuestras gentes. El Señor no se vuelve atrás, Él es fiel siempre.

Nuestra identidad de mujeres consagradas a Dios es una invitación a saborear la belleza de estar despiertas y seguir a Jesucristo en la radicalidad del Evangelio. Despiertas, para no caer ni en los vicios ni en los agobios de la vida; despiertas, para “rebosar de amor mutuo y de amor a todas y todos” (Tes 3, 12).

Sí, este primer domingo de Adviento nos convoca a levantarnos y alzar la cabeza, a caminar con lealtad, a mostrar el camino a todas las personas que lo deseen porque el Señor confía en su pueblo y le da a conocer su alianza.

Hermana Ana Belén Verísimo

Priora General