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LA MISERICORDIA DE DIOS HACIA LOS PEQUEÑOS, OLVIDADOS, EXCLUIDOS

15 septiembre, 2019

El evangelio de este domingo nos presenta tres parábolas en la cual el tema central es la misericordia de Dios, hacia los pequeños, los olvidados y excluidos de la sociedad, de los cuales el papa Francisco nos viene hablando en sus catequesis. San Lucas nos presenta el modelo del Reino de Dios, a través de la cercanía de Jesús con la realidad del ser humano, que experimenta en algunos momentos de su vida tristeza, desanimo, desesperanza, dolor, injusticia, pero que en medio de ello se encuentra presente y latente la misericordia de Dios, que acoge a todos en el banquete y realiza una fiesta, sin excluir.

Y así como Jesús acoge a la oveja perdida en sus hombros, también está dispuesto a acogernos entre sus hombros sin importar nuestras faltas, mostrándonos su mirada de misericordia. Nuestra sociedad esta sedienta de misericordia y llena de egoísmo porque vivimos un tiempo donde la globalización nos bombardea de cosas materiales, y nos invita al consumismo exagerado, en donde el ser humano se vuelve deshumanizado envolviéndose en el individualismo e indiferente ante el dolor de sus propios hermanos.

Hablar de misericordia como nos la presenta el evangelio parece una utopía, pero nosotras como consagradas Dominicas de la Anunciata y siguiendo los pasos de nuestros padres Domingo y Francisco y todos los que en ellos se ven representados, tenemos el reto de reflejar en nuestras misiones el rostro misericordioso de Jesús por medio de una actitud de acogida y gratuidad como la de la mujer que encontró la moneda perdida.

En cada una de las parábolas se ve reflejada la alegría del encuentro con Jesús, el pastor llama amigos y vecinos y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido”; la mujer llama a las amigas y a las vecinas diciendo: “Alegraos conmigo porque he hallado la moneda que había perdido”; el padre dice el otro hijo: “convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”. Un encuentro que brota de las entrañas de un amor encontrado de manera gratuita, donde hemos experimentado el perdón y la acogida del Padre.

¿Cómo experimentamos la misericordia de Dios?
¿Somos conscientes de transmitir esa misericordia como la parábola del hijo prodigo?
¿Somos capaces de ir al encuentro de nuestros hermanos que se alejaron de la iglesia?

El papa Francisco asegura que nadie puede quitarnos la dignidad de hijos de Dios. Que, en cualquier situación de la vida, no dejaré nunca de ser hijo de Dios, de un Padre que me ama y espera mi regreso.

HH. Estudiantes, comunidad Fátima Santa Tecla.