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LA BRECHA DE LA DESIGUALDAD

20 febrero, 2020

Hoy es el Día Mundial de la Justicia Social. El lema de este año es “Cerrar la brecha de las desigualdades para lograr la justicia social”. No es lo mismo acercarse a esta cuestión con un trabajo fijo y bien remunerado que viviendo el desempleo o un trabajo precario. Cada uno vemos la vida desde el observatorio de las experiencias vividas. Sin trabajo, una persona se siente excluida del circuito social. Las consecuencias económicas y psicológicas suelen ser terribles, sobre todo si se tienen responsabilidades familiares. Lo he podido comprobar de cerca cuando me ha tocado hablar con algunas personas que llevan en paro mucho tiempo y están al borde de la desesperación. Es verdad que quien quiere trabajar siempre encuentra algo, pero a veces las condiciones son tan precarias y el sueldo tan miserable que muchos estiran hasta donde es posible el seguro de desempleo. Dejan para los inmigrantes aquellos trabajos (recogida de fruta, cuidado de ancianos, asistencia domiciliaria, etc.) que ellos no están dispuestos a hacer y que, sin embargo, son necesarios. No es fácil pasar de una situación de bienestar a otra de precariedad y exclusión.

¿Cómo están las cosas en el mundo?
 Transcribo algunos datos proporcionados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT):

  • El crecimiento del empleo desde 2008 ha registrado un promedio de 0,1 por ciento anual, frente a 0,9 por ciento entre 2000 y 2007.
  • Más del 60 por ciento de todos los trabajadores carecen de cualquier tipo de contrato de trabajo.
  • Menos del 45 por ciento de los trabajadores asalariados tienen un empleo a tiempo completo y permanente, y la tendencia parece ser hacia la baja.
  • En 2019, más de 212 millones de personas estaban desempleadas, frente a los 201 millones en años anteriores.
  • Es necesario crear 600 millones de nuevos empleos de aquí a 2030, solo para mantener el ritmo de crecimiento de la población en edad de trabajar.

Parece que la crisis mundial de 2008 ha ahondado la brecha entre ricos y pobres. Los ricos cada vez lo son más y los pobres tienen mayores dificultades para salir de la pobreza y engrosar esa franja elástica que llamamos clase media. En este contexto, cada vez valoro más a los empresarios que se arriesgan a invertir y que crean puestos de trabajo. No todos responden a la caricatura del personaje explotador que tanto se difunde en las proclamas de algunos movimientos sociales y partidos políticos. Muchos de ellos son personas que se han forjado a sí mismas a base de trabajo, organización y riesgo. Están animados por un fuerte compromiso social. Saben que la mejor forma de contribuir a superar la brecha de la desigualdad es crear empleos dignos que permitan a las personas ganarse el pan con su trabajo para no tener que depender de subvenciones. A pesar de su dedicación, tienen que sufrir a menudo las críticas de quienes identifican la figura del empresario con la del explotador. A algunos gobiernos les parece mejor freírlos a impuestos que crear las condiciones legales y estructurales que permitan la proliferación de emprendedores y, por lo tanto, la creación de nuevos empleos.

El Evangelio es una fuente de inspiración para luchar contra las desigualdades y la exclusión. Si algo hizo Jesús fue acercarse a quienes estaban al margen del sistema social de su época (leprosos, publicanos, prostitutas, endemoniados, etc.) para sanarlos, devolverles la dignidad y reintegrarlos a la sociedad. La comunidad de Jesús siempre ha luchado por un mundo más justo e igualitario, por más que a veces haya sido acusada de favorecer a los ricos y de justificar un sistema estructuralmente injusto. Es verdad que hay cristianos con una tendencia más mística (contemplativa) y otros con una tendencia más profética (social). Esto se ve en cualquier comunidad, parroquia, familia, etc. Pero si algo podemos aprender de Jesús es que ambas dimensiones son inseparables. Cuanto más profundizamos en la experiencia de un Padre que nos ama, más deberíamos comprometernos por vivir la fraternidad que se deriva. Y cuanto más trabajamos por la igualdad y la justicia, más deberíamos nutrirnos con la experiencia de un Padre que hace salir el sol sobre justos y pecadores y que quiere que todos sus hijos e hijas tengan vida en abundancia. No es fácil encontrar a personas que hayan integrado bien ambas dimensiones.

Gonzalo Fernández Sanz cmf