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LA AUSENCIA DE JESÚS PRODUCE UNA GANANCIA

28 mayo, 2022

Resulta sorprendente esta palabra de Jesús a sus discípulos: “os conviene que yo me vaya”. ¿Cuál es la razón de esta conveniencia, qué ventaja acontece con la ausencia de Cristo? “Si no me voy, no vendrá a vosotros el Espíritu” (Jn 16,7). El Espíritu hace posible la expansión del Evangelio, su universalidad. Gracias al Espíritu, el Evangelio y, por tanto, Cristo mismo, puede hacerse presente en todos los tiempos y lugares. La presencia histórica de Cristo, necesariamente era limitada, pues la humanidad de Cristo tenía un tiempo y unas posibilidades. Podía llegar a pocos sitios y durante poco tiempo. El hombre Jesús tiene sus límites. Gracias al Espíritu, que hace a Cristo presente en la vida de cada creyente, el Evangelio puede ser universal.

En pleno corazón de su evangelio, Juan dice una palabra desconcertante: “no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado” (Jn 7,39). “No había Espíritu”. Por eso aún no se creía en Jesús y había dudas, rupturas, deserciones y abandonos por parte de muchos discípulos (Jn 6,60 ss.). El Espíritu viene con la glorificación de Cristo. Él es el que afianza a los discípulos en la fe y hace posible la expansión ilimitada del Evangelio “hasta los confines de la tierra”. En la desaparición de Jesús, acontece la máxima ganancia de la expansión. Cuando no es posible apropiarse de Cristo (puesto que ya no está sobre la tierra) entonces es cuando su Espíritu puede actuar más allá de todos los muros.

La ausencia de Jesús produce una ganancia, pero esta ganancia depende de nuestras pobres manos, y está muy condicionada por nuestra debilidad. A pesar de tantas realidades que parecen oponerse a su acción benévola, como el terrorismo que cada vez golpea con más asiduidad, el Espíritu va haciendo camino, no sólo gracias a las buenas obras de los creyentes, sino gracias a las buenas obras de toda persona de buena voluntad. Porque su acción no depende solo de las Iglesias. Incluso ellas pueden obstaculizar su acción.

El Espíritu es libre y aprovecha todas las rendijas, todos los espacios de bien, verdad y belleza. Más aún, suscita en los corazones de las personas deseos de justicia, de paz y de amor. Como cristianos conviene que nos preguntemos: ¿el Espíritu es solo una palabra para mí o es la energía que transforma y mueve mi vida? Espíritu y vida casi son intercambiables: de tal Espíritu acogido, tal vida. Y de tal vida, tal Espíritu.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat