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JULIO 2015: ENCUENTRO MISIONERO-SOLIDARIO EN LEÓN

20 julio, 2015

Los días 10, 11 y 12 de julio tuvo lugar el I Encuentro misionero-solidario «Anunciata» 2015 en nuestro colegio La Anunciata de León. Fuimos más de cuarenta personas, entre hermanas y laicos, las que nos reunimos en la capital leonesa. Tuvimos la oportunidad de compartir experiencias de vida y de acción en el campo misionero y solidario.

 

Pero más allá de conocer las distintas iniciativas que se llevan a cabo desde la Congregación y los grupos que colaboran con ella, el encuentro nos permitió a todos reflexionar sobre el sentido abierto, comprometido y evangélico que debe tener nuestra acción misionera. Fue también una buena oportunidad para conocer nuevos compañeros y estrechar los lazos entre los diferentes grupos que participaron en el encuentro. Y todo ello en un ambiente cordial, de complicidad, que nos dio la posibilidad de sentirnos miembros de una misma familia. A ello colaboró la magnífica acogida de la comunidad de León, a la que tenemos que agradecer que nos hiciese sentir como en casa.

 

La presentación del encuentro fue a cargo de la Hna. Miriam Zapeta. Nos animó a seguir con nuestro compromiso misionero y lo hizo recordando unas palabras del papa Francisco que definen perfectamente cuál debe ser el espíritu con el que todo creyente debe desarrollar su misión: «desear, buscar y cuidar el bien de los demás»[1].

 

La idea de organizar este encuentro fue presentada al Capítulo general en Vic el año 2012 y, con el antecedente de algunas experiencias previas, el encuentro se presenta como una propuesta a la que se tiene intención de dar continuidad.Las distintas dinámicas con la que iniciamos el encuentro nos permitieron conocernos mejor así como saber de primera mano iniciativas que se llevan a cabo en todas las Provincias y escuelas de los cuatro continentes donde están presentes las Hermanas Dominicas del Padre Coll.

 

Para la reflexión conjunta tuvimos el privilegio de poder contar con dos colaboradores de la Congregación que, desde ópticas y estilos diferentes, destacaron la importancia de la acción misionera.

 

Sus palabras nos hicieron ver la necesidad de tener siempre presente a Jesús como maestro misionero y al Evangelio como manual de cabecera ante cualquier proyecto misionero que se quiera llevar a cabo.

 

Así, el sábado día 11, pudimos escuchar al padre Faustino Vilabrille, sacerdote asturiano, presentándonos los «Criterios básicos de cooperación internacional». Por otra parte, el domingo el padre José Parra, OP compartió con nosotros su reflexión sobre «Una espiritualidad que sostiene nuestra acción misionera».

 

A través de una presentación con diapositivas, y con datos actualizados, el padre Faustino nos ofreció una radiografía del escenario mundial en lo referente a la distribución de la riqueza, y cómo esta distribución genera una situación endémica que acentúa la injusticia social en muchos países. Nos concretó detalles sobre los escenarios sociales y económicos que podemos encontrar en América y África. Hizo un repaso exhaustivo sobre todos aquellos problemas medioambientales que están afectando nuestro planeta (contaminación, deforestación, alimentos transgénicos, despilfarro de comida…) y nos presentó una serie de reflexiones críticas para dar paso a las grandes alternativas que pueden ayudar a superar esos retos. En la superación de los retos nos hace falta tener presente la necesidad de una aproximación a los países en vías de desarrollo con una mentalidad liberadora y teniendo presente que Jesús continúa siendo nuestro primer y principal Maestro. Nos invitó, también, a convertirnos en maestros como el mismo Jesús: maestros en misericordia, en sentido de vida, de amor, de solidaridad, de fe, de esperanza y de compromiso misionero.Por su parte, el padre José nos habló del objetivo de lo que podríamos llamar «cultivar la espiritualidad»: dar un plus de calidad a aquello que hacemos diariamente. El padre José nos hizo ver que vivimos una época fascinada por la interioridad y por el aumento de personas en búsqueda del sentimiento espiritual. Es el que podríamos llamar «la revolución espiritual». Esta búsqueda se puede realizar utilizando diferentes caminos: trabajando aquella espiritualidad caracterizada por la vivencia de la fe o por estar inscrita en una tradición religiosa; o bien aquellas nuevas formas de espiritualidad que sólo tienen en cuenta la iniciativa humana y se centran en la búsqueda de uno mismo.

Ante estos caminos dispares, el padre Parra nos ofreció también distintas hipótesis de interpretación. Acabamos la reflexión con una clara propuesta que nos interpeló a todos: tenemos que «volver a Jesús». Tenemos que recuperar la espiritualidad propia de Evangelio: una espiritualidad fundada en la experiencia de Dios Padre, centrada en la bondad y la compasión, y orientada al Reino de Dios y a su justicia social.

 

El mismo padre José fue el que celebró la eucaristía dominical, al término de la cual se nos hizo entrega del símbolo que tiene que recordarnos nuestra misión: una pequeña sandalia de madera que nos remite al lema que presidió el encuentro: «Sigamos nuestro camino en clave misionera y solidaria».

 

El cristiano con vocación misionera, tal y como muy bien apuntó el padre José en su homilia, ha de estar convencido de que la espiritualidad de Jesús consiste en vivir animado e impulsado por el Espíritu Santo. En este sentido fue muy oportuno el fragmento proclamado del Evangelio: «Llamó a los doce discípulos y comenzó a enviarlos de dos en dos…» (Mc 6, 7-13). Es lo que el padre Parra llamó la «espiritualidad del enviado»: la misión se basa en la disponibilidad y la entrega personal de todos nosotros, que tenemos que sentirnos llamados a colaborar en la construcción del Reino de Dios.

 

En este mismo encuentro tuvo lugar la presentación de la futura ONG «Anunciata Solidaria», que se constituirá pronto y que tiene como objetivo canalizar y coordinar la acción solidaria de la Congregación, teniendo en cuenta que muchos de sus proyectos son llevados a cabo por colaboradores y voluntarios a los que se tiene que ofrecer una cobertura legal.

 

Después de este encuentro nos queda nuevamente el convencimiento de que las hermanas nos son un ejemplo de fidelidad de espíritu evangélico y que, con él, enfocan todos sus proyectos misioneros. Esta misma fidelidad es la que les permite seguir esparciendo el carisma propio de la Congregación. El P. Coll lo tuvo siempre claro: «una luz enciende otra luz». Sus hermanas siguen encendiendo luces por todo el mundo tal y como quiso el dominico de Gombrèn.

 

Y también pudimos ver la ilusión con la que colaboran cada vez mayor número de laicos en estas empresas misioneras. Esta implicación de los laicos colaboradores se concreta en la labor que alguno de ellos ha desarrollado y sigue desarrollando en proyectos tanto en América como en África. Igualmente son ejemplo los distintos talleres misioneros que se vienen realizando desde hace años en alguno de nuestros colegios. Ver como madres de ex-alumnos nuestros siguen colaborando en estos talleres a pesar de que sus hijos han dejado ya el colegio es una muestra de cómo el carisma del Padre Coll ha impregnado sus vidas.

 

Estos voluntarios y colaboradores nos transmitieron algo que no se puede olvidar y que ellos viven y experimentan cada vez que se reúnen: se es más feliz dando que recibiendo. La alegría contagiosa con la que compartieron sus experiencias fue para nosotros un estímulo y un ejemplo vivencial.

 

Constatamos la buena salud que tiene el movimiento solidario dentro de la Congregación. Sea este encuentro un referente que anime a las hermanas a seguir dando a conocer el espíritu misionero del Padre Coll y un convencimiento de que su labor ha sido y sigue siendo un ejemplo para todos los que las conocen. Y sea también para todos los laicos que conocen a las Dominicas de la Anunciata una invitación a colaborador en sus iniciativas.

Carme

 

 

[1]“…Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás. “ (Evangelii Gaudium, 178)