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JUEVES SANTO DE 2020 · COMENTARIO AL EVANGELIO

9 abril, 2020

Lecturas del 9 de marzo 2020, Jueves Santo:    Ex 12,1-6,11.14; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15

  “Habiendo amado a los suyos,
los amó hasta el extremo»
Jn 13,1

Hasta el extremo… Así nos ama Dios. Y si a este día lo llamamos “del amor fraterno” es porque queremos vivir entre nosotros con las características del amor que Dios nos tiene. Sí, es un día para quedarnos maravillados contemplando el amor de Dios hacia cada una de sus criaturas “hasta el extremo”.

Estas palabras resuenan en mí con fuerza. ¿Cuál es ese extremo del que habla Jesús? Meditando en los textos bíblicos de este día podemos encontrar el significado de esas tres palabras que de por si exprimen: excesivo, abundante, profundo, totalidad, plenitud, fin….

Cuando en la Ultima Cena vivió la traición de Judas, la negación de Pedro, el abandono de los suyos, no se dejó llevar por el desánimo sino que lo transformó en momento de donación, de entrega total. Amar hasta el extremo es continuar amando y dándose aunque el otro no me corresponda o me abandone.

El lavar los pies a los discípulos nos sorprende: ¡Dios arrodillado ante un hombre! El amor echa por tierra todo nuestro orgullo, nuestras pretensiones, nuestro egoísmo, nuestros “derechos”. El amor nos hace mendigos.

El hecho de lavar los pies podemos interpretarlo también como un acto de purificación: Él conoce de que pasta estamos hechos y nos purifica, nos perdona aun antes de ser conscientes de nuestro pecado. Con este gesto nos muestra otra cara del Amor: el perdón, la misericordia. “La prueba que nos ama es que, siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros”   Y todos sabemos lo que nos cuesta perdonar y/o pedir perdón. Sobre todo si el otro no reconoce el daño ocasionado. Dar el primer paso en estas ocasiones es prueba de un amor capaz de superar barreras, un amor “hasta el fin”.

Asimismo el lavar los pies nos recuerda que “no ha venido a ser servido sino a servir”… Es como decir no he venido a pensar en mis necesidades sino en las vuestras, a estar atento a lo que os hace falta, incluso si vosotros, como Pedro, no comprendéis bien lo que hago ni por qué lo hago. ¡Cómo nos cuesta salir de nosotros mismos, estar pendiente de los demás, hacernos disponibles, sobre todo si no amamos lo suficiente al otro!

Y ¿qué decir del don extraordinario de la Eucaristía? ¿Puede Dios hacerse más pequeño, más débil, más vulnerable? ¡No sólo se arrodilla ante nosotros también se hace un trozo de pan para que podamos comerlo!!! Maravilloso misterio de amor y donación. Jesús se revela como el Hijo de Dios vulnerable y amante, que nos ofrece el don de su amistad. Él tiene sed de vivir una comunión de corazón con nosotros. Y es esa sed que lo lleva a darnos su Cuerpo y su Sangre en alimento. En cierto sentido podemos decir que Él quiere “desaparecer para que nosotros crezcamos” y, creciendo, lleguemos a ser uno en Él: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi”. Amar hasta el extremo es darse sin medida, es desear la unión profunda, es dejar que el otro crezca, es saberse vulnerable, pequeño… En este tiempo en que el coronavirus nos está mostrando lo frágil, impotentes y vulnerables que somos es un buen momento para volverse a la Eucaristía y, viendo a Dios abajarse hasta ese punto, comprender aquello de “cuando soy débil entonces soy fuerte”. Increíble grandeza de lo pequeño. Es la maravilloso de la Eucaristía: Dios vulnerable invita a personas débiles y vulnerables a un encuentro a la vez personal y social: nos recuerda que somos un cuerpo, solidarios y responsables los unos de los otros.

Sus palabras: “Haced esto en memoria mía” son unas palabras que nos sugieren: “recuerden  como los amo, que no los abandono nunca, que siempre estaré con vosotros, que hagan lo que hagan siempre me tendrán a vuestro lado, que quiero hacerme presente en lo cotidiano de vuestras vidas, que continuo a interceder ante el Padre por vosotros para que estéis junto a nosotros por la eternidad”. Amar no es cuestión de un día o de un acto aislado. Dura en el tiempo, es perseverante, pase lo que pase, siempre está dispuesto a recomenzar.

Y para hacer eso en su memoria instituyó el sacerdocio…. Quiere hacerse presente en nuestras vidas a través de mediaciones humanas, quiere necesitar de criaturas frágiles y pecadoras, para perpetuar la ofrenda de su Cuerpo y su Sangre. Dios necesitando del hombre… ¡Qué importante que somos a sus ojos! Amar es valorizar al otro, darle de responsabilidades, confiar en él. Es un buen día entonces no sólo para rezar por nuestros sacerdotes, sino también para reflexionar como estamos atentas a los mensajes de Dios que habla a través de mediaciones humanas y, al mismo tiempo, de hacer un buen examen de conciencia sobre nuestra capacidad de trabajar en equipo, de valorar el trabajo del otro, de sabernos necesitados de los demás.

Después vendrá la cruz, el dar realmente su vida ya que “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida…” Amar hasta el extremo es estar dispuesto a servir, humillarse, perdonar, continuar a confiar en el otro a pesar de lo que pueda hacer, hacerse vulnerable, desaparecer, olvidarse de sí mismo, volverse mendigo, morir…. En definitiva dar la vida por el otro. Eso es amar hasta el extremo.

Y para terminar, cuando ya no tenía más para darnos…. Nos deja a María como Madre “he ahí a tu Madre”. Realmente no se guardó nada para sí. Pensó en nosotros hasta el último instante de su vida.

Que Ella nos acompañe en nuestro caminar para que nuestras relaciones fraternas tengan el sello de este día especial en la vida de Jesús. Feliz día del amor fraterno.

Hna. Cristina Lenscak