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JUEVES 30 DE MAYO DE 2019 · COMENTARIO PREVIO AL DÍA DE LA ASCENSIÓN

28 mayo, 2019

  Lectura del evangelio según San Juan: (Jn 16, 16-20)

  En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de poco me volveréis a ver”. Comentaron entonces algunos discípulos: “¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre?”. Y se preguntaban: “¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice”. Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: “Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de poco me volveréis a ver”?. En verdad, en verdad, os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo está alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”.

      Este relato, que pertenece al capítulo 16 del evangelio de Juan, está situado después del discurso de despedida de Jesús.

  Cuatro versículos anteriores podíamos leer: “Muchas cosas tengo que deciros todavía, pero aún no estáis capacitados para entenderlas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa”(Jn 16,12-13)

  Nos situamos así ante el Señor, en ese desconcierto de los que no entienden, de los que se interrogan, de los que buscan al lado de Jesús que les sirve de guía de camino. La pregunta del texto, que se hacen los discípulos, puede ser la nuestra: “¿Qué es eso que nos dice?…

  Ya les había pasado a otros:

  • Simón Pedro le preguntó: “Señor, ¿a dónde vas?”
  • Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿Cómo vamos a saber el camino?

   Son momentos de confusión de los apóstoles. Los discípulos sólo entienden una manera de estar con Jesús, necesitan de su cercanía, de su presencia física, sienten tristeza y angustia ante la posibilidad de caminar en su ausencia.

  Acaso no puede pasarnos lo mismo: En nuestra sociedad todo cambia a gran velocidad. Son momentos de búsqueda, de tanteo, de exploración de nuevas rutas. El ocultamiento de Dios forma parte de nuestro ambiente, incluso de las realidades personales de cada existencia.

  También la vida consagrada del primer mundo europeo participa de esta oscuridad. Nuestro Dios no defrauda. Esperamos porque “creemos en Él”. Como les pasó a los discípulos queremos tener seguridades, nos aferramos a lo conocido, nos cuesta desprendernos, abandonarnos, abrirnos a lo nuevo….¡Nos falta valentía y confianza!

  Podemos atrevernos a preguntar con humildad: “Señor, ¿Qué quiere decir ese “poco”?… Nosotros sabemos por experiencia que los tiempos y los caminos de Dios no son los nuestros. Un “ratito” de Dios puede parecernos como toda la vida. Son aquellos momentos de dolor, de sufrimiento, de pérdida…

  “Un Poco” es un punto de inflexión, es el instante en el que la situación será cambiada. Jesús ya no estará con ellos como “Hijo de Dios”, lo contemplarán resucitado, transfigurado. Los discípulos, en aquél momento, y ahora nosotros, recibimos de Jesús una promesa de felicidad y de gozo. Se invierte la situación. Hay un cambio de perspectiva: “vuestra tristeza se convertirá en alegría”. Hemos recibido una promesa de felicidad y de gozo. Se necesita ESPERAR.

 No nos gusta la espera. Acostumbrados a conseguir las cosas con el sólo esfuerzo de apretar un botón, exigimos la inmediatez. Tenemos prisa para obtener resultados. Buscamos con premura la eficacia, sin embargo Jesús nos dice: “No estéis angustiados. Confiad en Dios, confiad también en mí. (Jn 14,1).  Necesitamos tener paciencia, cultivarnos en la espera, tener esperanza.

   Podemos preguntarnos hoy: ¿Cómo seguimos viendo al Señor?…y responder con toda humildad que sigue estando en nuestra vida, en las buenas acciones, en las actitudes de servicio, en la escucha de la Palabra, en la participación de la Eucaristía, en los sacramentos, en la comunidad de los creyentes, en cada ser humano convertido en prójimo para nosotros…

  Estamos próximos a la Ascensión del Señor. Él sigue manteniendo su promesa de transformación. Pensemos que los momentos de tristeza, pueden ser momentos de crecimiento en la fe y en la confianza. Tenemos la mayor alegría: Sentirnos amados por Dios. ¡Vivamos como personas resucitadas!.

Hna. Loli Virgel

Provincia «Santo Domingo de Guzmán»