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JESÚS DE NAZARET Y LA MUJER (III)

14 febrero, 2017

María Magdalena, Apóstola de los Apóstoles.

“Ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres,

antes las favorecisteis siempre con mucha piedad,

y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres

(Santa Teresa de Jesús, en Camino de perfección, Códice de El Escorial, cap.3º).

Rechazo de Jesús y valoración de la mujer.-Los fariseos y saduceos rechazan y critican a Jesús por su comportamiento hacia los más débiles, y en especial hacia las mujeres. En una ocasión Simón el fariseo invitó a Jesús a comer a su casa junto con otros “notables” fariseos. Lo que pretendían todos era sondear a Jesús. Incluso Simón fue muy descortés con Jesús: Era costumbre besar al visitante al entrar, y ofrecerle agua para lavar los pies, toalla para secarlos, perfume para refrescarlos y aceite para ungir la cabeza. En Palestina con veranos largos, calurosos, muy secos, los pies sufrían especialmente al pisar la tierra caliente. Pero Simón nada de esto ofreció a Jesús. En cambio una mujer conocida en todo el pueblo como pecadora entró a donde estaba Jesús: con sus lágrimas (no tenía otra cosa) le lavaba los pies, con sus cabellos (no tenía otra cosa) se los secaba, y con el perfume que llevaba se los iba refrescando. Aceite no tenía: solo lo tenían los que tenían tierras y olivos. Jesús, en presencia de todos, para que se enteren bien, le dice a Simón: “Tu no me diste ni beso, ni agua, ni toalla, ni perfume, ni aceite. Pero ella, desde que entré no ha dejado de besar mis pies, de lavarlos con sus lágrimas, de secarlos con sus cabellos y de refrescarlos con perfume. Por eso te digo que quedan personados sus muchos pecados porque muestra mucho amor”. Ahora Simón y ellos puestos en evidencia se preguntan: ¿quién es este que hasta perdona los pecados?. Pero Jesús le dice a ella: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz”. Jesús no tuvo para ella ni un mal gesto, ni una palabra de reprensión, ni el más mínimo reproche. Al contrario, la ensalza a ella ante todos ellos y los deja en mal lugar, sobre todo a Simón porque lo había invitado con bastante mala intención y lo trató con mucha descortesía.

Hay más hechos de Jesús, significativos de su especial consideración hacia las mujeres indefensas, como la viuda de Naín, que se ve sola, sin marido y con su hijo muerto, que ya lo llevan a enterrar. Ella va detrás llorando. Nada más verla, Jesús le dice: “No llores más”. Inmediatamente le devuelve a su hijo vivo. Otro tanto hace con las dos hermanas de Lázaro, Marta y María, que vivían en Betania y a quienes Jesús quería mucho. Con frecuencia se hospedaba en su casa, camino de Jerusalén. Pero Lázaro muere. Jesús está lejos. Lo avisan. Inmediatamente se pone en Camino. Al llegar las encuentra llorando y El también llora, pero va al sepulcro, manda destaparlo y devuelve la vida a Lázaro. Está también el caso de la hija pequeña de un magistrado que busca a Jesús para que vaya a curarla porque se está muriendo. Cuando Jesús llega ya está muerta, pero con gran cariño la coge de la mano y le dice: “niñita, a ti te lo digo, levántate”. La devuelve viva a sus padres. Las niñas y los niños también eran predilectas y predilectos de Jesús: “quien las/os recibe a mí me recibe”. Para Jesús vale más atarse una rueda de molino al cuello y tirarse al mar que hacer daño a un niño/a. ¡Qué terrible la pederastia! ¡Qué terrible todo maltrato a los/as niños/as!¡Que horroroso que se nos mueran de hambre al día 25.000 niños/as! ¡Y sobran alimentos! Fuente: Fe cansada. Autor: Faustino Vilabrille Linares  /  A S T U R I A S.  (Artículo completo en el archivo adjunto)