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III DOMINGO DE ADVIENTO · REFLEXION SOBRE LA PALABRA

11 diciembre, 2018

16 de diciembre, 2018

Lecturas del III Domingo de Adviento

 

“¿QUÉ HEMOS DE HACER?” (cf. Lucas 3,10-18)

En este 3er. domingo, ecuador del Adviento, continuamos reflexionando los textos de la Palabra y, en esta ocasión,  interiorizando la pregunta pertinaz del Evangelio: “¿Qué hemos de hacer?”.

Lucas viene insistiendo en la necesidad de conversión, metanoia; expresión que va  mucho más allá de un mero “cambio de mentalidad”, designa una conversión total de la persona, una profunda transformación interior; un cambio de dirección que implica por una parte la necesidad de la ayuda de Dios y por la otra la conducta ética de la persona.

En este contexto viven los interlocutores que se acercan a Juan el Bautista; cada cual desde su experiencia personal y vivencial. Tres grupos radicalmente diferentes que esperan una contestación a la que, pedagógicamente, el Bautista  les responde. A la pregunta: “¿Qué hemos de hacer?”, sugiere una apertura a la propuesta de salvación que Dios mismo viene a traer. No propone ritos religiosos, tampoco normas ni preceptos, sino actitudes concretas y vitales.

1er. interlocutor: el pueblo. La respuesta a este grupo es clara: “El que tenga  dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene”;  es decir, sensibilidad ante las necesidades de los demás, situarse ante la realidad de quien  nada tiene, y tener un corazón grande para compartir.

Y de ahí surge nuestra reflexión: ¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir? Las estadísticas nos dicen que de la mitad de los 1300 millones de pobres en el mundo, son niños. Una pobreza que incluye, además, carencia de salud, de educación, de calidad de vida digna.

2º interlocutor: el grupo de publicanos. El profeta también tiene la respuesta clave: “No exijáis más de lo establecido”. Juan, en nombre de Dios, no les pide gestos excepcionales, sino cumplimiento honesto del propio deber. Es decir, no explotar, no exigir más de lo permitido, no dejarse arrastrar por criterios ilícitos que perjudican directamente a los más pobres.

Hoy, en nuestro mundo, millones de niños se dedican a algún tipo de trabajo peligroso o en el que son explotados, por lo general a expensas de su salud y su educación, y sobre todo, de su bienestar general y desarrollo. UNICEF calcula que unos 150 millones de niños de entre 5 y 14 años, o casi 1 de cada 6 niños en este grupo de edad, son víctimas del trabajo infantil.

3er. interlocutor: unos soldados. “No hagáis extorsión a nadie, no os aprovechéis con denuncias…”.  A este grupo, Juan  les pide que no utilicen la violencia, que no abusen de su poder contra los débiles e indefensos. Todo aquello que atenta contra la vida o la dignidad del ser humano, sobre todo de los más vulnerables, es un crimen al Dios de la vida y de la misericordia.

Concluyendo esta reflexión,  Lucas nos hace una propuesta de humanidad muy profunda, basada en la honestidad, en la comunión, en compartir con quien no tiene, en la generosidad, en el buen hacer.

A todos se nos va a ofrecer la oportunidad, humanizarnos más aun en medio de un consumismo alocado, de hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica. Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas. El verdadero progreso no consiste en que una minoría alcance un bienestar material cada vez mayor, sino en que la humanidad entera viva con más dignidad y menos sufrimiento. (cf. José Antonio Pagola).

Esta debería ser la consigna, como creyentes, para preparar nuestro camino interior y estar a punto para que Jesús nazca en cada uno de nosotros.

H. Gene Somoano

Provincia «Santa Catalina de Siena»