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GRACIAS POR LOS 35 AÑOS DE LA FUNDACION EN FILIPINAS

8 marzo, 2022

“Hermanas carísimas, apreciad muchísimo vuestra vocación, y en agradecimiento
de beneficio tan grande, servid al Señor como él os manda, por David,
con alegría (Sal 100,2). Esta alegría, como dice Padre San Basilio,
es necesaria para hacer cosas grandes.”[1]

Los grandes caminos de la vida comienzan con pequeños pasos, aparentemente insignificantes, pero de gran valor. Vale la pena recordar nuestra sencilla historia. Hace treinta y cinco años, desde el día 25 de febrero de 1987 hasta hoy, 2022, cuando vinieron nuestras primeras hermanas Dominicas de la Anunciata, las HH. Montserrat Casellas Rabaseda, Ma. Ángeles Ortega Espinosa (+). Siguió la Hna. Ma. Sagrario Llorente Herrero (+), 2 de febrero de 1988 y en el día 9 de enero, 1989,[2] la Hna. Ma. Natividad Martínez de Castro (+) llego a Filipinas.

Ellas son las primeras cuatro hermanas que consideramos nuestras pilares y puntos de referencia de la fundación y fundamentación de nuestro Carisma Anunciata en Filipinas, ahora está creciendo (ya en Vietnam, Indonesia y demás países asiáticos). También hay otras Hermanas que vinieron[3] para incorporar y estar destinadas aquí en Filipinas. Las primeras tres hermanas Ma. Ángeles, Nati y Sagrario ya recibieron el don de la vida eterna. Y demos gracias a Dios por los 91 años de la H. Montserrat el 28 de febrero. Estuvo en Filipinas por 20 años.

Me gustaría destacar tres importantes valores que nuestras primeras hermanas nos enseñaron, a la vez son desafíos para nosotras: primero, crecer en la identidad Anunciata; segundo, profundizar en nuestra espiritualidad de Encarnación y tercero, colaborar-estar en solidaridad en la misión de Dios (missio Dei). A la vez, agradecemos a todas, a nuestras Hermanas Dominicas de la Anunciata en el mundo, especialmente a nuestra Provincia San Raymundo de Peñafort por hacer posible la misión aquí en Filipinas. Por vuestro cariño y apoyo.

Las primeras hermanas nos recuerdan el valor de la Identidad Anunciata: Vivimos en un mundo que valora más los logros y actuaciones que el valor de la persona. Es un mundo de competencias y comparaciones. A menudo olvidamos que no es el mundo de las competiciones o la supervivencia del más apto lo que importa, sino la firmeza de la fe y la fidelidad. No solo lo que sabemos sino lo que creemos, ¿Dónde está arraigada nuestra fe? ¿Cuál es nuestro criterio para confrontar situaciones o juzgar a los demás? ¿En qué manera nos relacionamos?

La identidad Anunciata, como María de la Encarnación, nos hace recordar el arte de escuchar, de dialogar, de comunicar y de relacionar… no solo de mente sino desde corazón. Esto implica silencio, atención, interioridad-interiorización, escucha, humildad y sinceridad. María nos invita a vaciarnos y abrazar nuestras propias limitaciones. Esto es lo significa una espiritualidad encarnada: es espiritualidad de compasión y comunión, de convivencia fraterna-intercultural, y no de supervivencia del más apto. Es purificar nuestra visión y mente humana.

Jesús, la Palabra y el Verbo, que se hizo carne, vivió entre nosotros (Jn.1:14), nos llama a profundizar en nuestra identidad Anunciata a través de Su Kenosis[4]-Encarnación. Esto mismo es Su misión, que sepamos vivir una relación humana abrazando nuestras limitaciones y debilidades. El Papa Francisco nos decía: “

“Dios decidió manifestar Su presencia, así, ha cumplido nuestra redención en la debilidad humana. Jesús nos hace posible para entrar en la comunión con Dios, antes de la ley o de cualquier precepto religioso, es necesario vivir concretamente nuestra relación con El.”[5]

Esto es el gozo de la Nueva y Buena Noticia, Dios nos ama no como ángeles sino como personas humanas, pecadoras y peregrinantes hacia la perfección, siempre en el proceso de conversión. Es la misión eclesial, es nuestra Misión Anunciata, que seamos capaces de comunicar-dialogar, no nuestros logros sino el gran amor de Dios que obra en nuestra vida día-a-día. Necesitamos la gracia de predicación para llevar la misión, la predicación de la gracia, como decía P. Pedregosa, O.P.[6]

Enfrente de las crisis, de guerra, de pobreza, de esta pandemia, preguntamos a nuestras mismas de estos 35 años de nuestra fundación, ¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? ¿Estamos conscientes de los valores evangélicos que nos forman y purifican nuestros corazones? ¿Jesús que es nuestra comida espiritual-sacramental nos lleva a poder abrazar nuestras diferencias y deficiencias? ¿Sabemos decir ‘perdón’ o ‘gracias’ cuando nos exige situaciones?

Nuestras primeras hermanas nos hacen recordar por su vida y testimonio de su vocación-misión, lo que nuestro P. Coll quiso, que seamos continuadores del ministerio de Sto. Domingo.[7] Sto. Domingo nos da consejo para ser buenas Dominicas de la Anunciata: “Ármate de oración, practica la caridad, vístete de humildad, posean la pobreza voluntaria.” Que Dios nos intercede y nos mande más vocaciones santas.

H. Mariela (Filipinas)

       [1] Padre San Francisco Coll, “Proyecto de Constituciones: Aprecio de la Propia Vocación,” en Regla o Forma de Vivir, Escritos Dirigidos a la Congregación de la Hermanas Dominicas de la Anunciata, Padre Vito García, ed. (Madrid, España: Publicación de las HH. Dominicas de la Anunciata, 1995), n.77, p. 405.

       [2] Libro personal de la Comunidad de la Anunciata (Cubao, Quezon City, Filipinas). También en la Crónica Congregacional.

       [3] Las otras Hermanas que vinieron en Filipinas después de las primeras cuatro hermanas: Ma. Jesús Muñoz, Dolores Perales, Ildete Magalhaes, Bernadette Reid, Rolindes García, Marta Alicia Rivas, Isabel Martínez de Castro, Cirila Zarate Aguilar, Angele Gusemu Molha.

       [4] Filipenses 2:6-11

       [5] Cfr. Una de las meditaciones del Papa Francisco, “El Escándalo de la Encarnación,” en L’ Observatore Romano (Ingles), n. 23, 5 de junio, 2013.

       [6] Quirico Pedregosa, For the Sake of Preaching the Gospel (Quezon City: PDCIS, 2020),

       [7] Regla o Forma de Vivir, 7.