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FRANCISCO Y SU LLAMADA A UNA URGENTE AUTOCRÍTICA DE LA ESCUELA

23 noviembre, 2019

José Luis Corzo
Al papa Bergoglio su conocimiento e interés personal por la enseñanza y la educación le vienen de antiguo. Desde sus primeros años como jesuita en Argentina; y como Papa ha convocado “un evento mundial para el 14-5-2020, que tendrá como tema: Reconstruir el pacto educativo global; un encuentro para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones”.

Se diría que recoge de Benedicto XVI la emergencia educativa y que sus observaciones le salen casi sin querer. Lo vimos los miles de asistentes al congreso del medio siglo de ‘Gravissimum Educationis’ (GE). Su autoridad pedagógica personal clausuró sin papeles y con creces cuanto se había dicho y hasta previsto de antemano en un instrumentum laboris que se quedó en dique seco. Resumí sus palabras en tres puntos:

  • “Una escuela será católica si aporta humanidad (…) y no hagáis en clase proselitismo, nunca, nunca”.
  • “Hoy la escuela huele a dinero y, en vez de unir, separa”.
  • “Dejad –al menos la mitad– de los sitios donde ya hay muchos educadores e id a los pobres, no por beneficencia, sino por lo que tienen que enseñarnos”.

Se diría que en sus labios la palabra educación tiene otro significado que el habitual. Y puede que esa sea la clave. Pero su novedad principal está en desligar la educación de la intención, proyectos y programas de los maestros, porque la educación no se da ni se recibe. Más bien, se acompasa con la propia vida (colectiva), con nuestra respuesta a los desafíos comunes.

Se trata de un proceso existencial, y ya verá la escuela si puede o no amoldarse a él. Que puede. Francisco insiste –como ya sentenció Paulo Freire– en que “nos educamos juntos y nadie educa a nadie, ni siquiera a sí mismo”. ¿Cómo es posible ignorar esta educación en la pastoral juvenil, o no urgir a todas las escuelas del mundo a que la asuman?
¿Acaso viven alejadas de los grandes desafíos de la humanidad? Del calentamiento del planeta, de las migraciones, de las guerras, de la exclusión, del hambre, del racismo… A lo mejor, no responden a nada de eso, sino a procurar la excelencia académica y profesional de sus mejores alumnos.

La encíclica ‘Laudato si’’ (24-5-2015).

Fundamenta la actual llamada a un pacto educativo global y define qué es educarnos:

“En la Encíclica Laudato si’ invité a todos a colaborar en el cuidado de nuestra casa común, afrontando juntos los desafíos que nos interpelan. Después de algunos años, renuevo la invitación para dialogar sobre el modo en que estamos construyendo el futuro del planeta y sobre la necesidad de invertir los talentos de todos, porque cada cambio requiere un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora”.

Allí, el Papa reiteraba un término tan freiriano como desafío, que saca del aula lo educativo, lo extiende en mitad de la vida e implica por igual a maestros y a discípulos:

“… un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración” (202). “La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Por eso me atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío” (207). [Algunos jóvenes] “luchan admirablemente por la defensa del ambiente, pero han crecido en un contexto de altísimo consumo y bienestar… Por eso estamos ante un desafío educativo” (209).

No es raro que un proverbio africano –que entre nosotros repite José Antonio Marina– haya seducido también a Francisco: “Para educar a un niño se necesita una aldea entera”. “Por lo tanto, debemos construir esta aldea como condición para educar”.

El proverbio refleja la experiencia en Benin de la escritora y dibujante canadiense Jane Cowen-Fletcher en un cuento de 1993 divulgado por Hillary Clinton en 1996, pero en ningún caso se debe entender como condición previa: sin un pueblo ya educado no hay quien eduque a sus niños. No, la condición es concomitante: no se educarán nunca, sino con su pueblo. Tal es el novedoso (y freiriano) concepto de educación del Papa.

La mayoría de nosotros hablamos de otra manera: creemos que educar –como enseñar– es transmitir algo. Y no. Es responder juntos a los desafíos colectivos. Y la escuela los puede detectar y hasta hacerlos materia escolar. Sin asumir esta notable diferencia entre el concepto tradicional y el más existencial y profundo empleado por Francisco y por algunos pedagogos, este será siempre un diálogo de sordos.

Educar al humanismo solidario

Para construir una “civilización del amor” 50 años después de ‘Populorum progressio’ es el primer mensaje de la Congregación para la Educación Católica bajo Francisco (26-4-2017). Conecta la gran encíclica de Pablo VI– “documento programático de la misión de la Iglesia en la era de la globalización”– con una “Iglesia en salida, que acorta las distancias, se rebaja hasta la humillación si fuera necesario (…), acompaña la humanidad en todos sus procesos, por duros o prolongados que sean” (‘Evangelii gaudium’ 24) (nº 2).

Las escuelas católicas ni se mencionan, pero se implican en “construir la civilización del humanismo pleno”, solidario, “frente a un humanismo decadente, a menudo fundado sobre el paradigma de la indiferencia”.

“Experta en humanidad, como subrayó hace cincuenta años la ‘Populorum progressio’, la Iglesia tiene la misión y la experiencia para indicar itinerarios educativos idóneos a los desafíos actuales. Su visión educativa está al servicio de la realización de los objetivos más altos de la humanidad (…) Con visión de futuro en la Declaración conciliar GE (…) se intuía que la educación debía estar al servicio de un nuevo humanismo, donde la persona social se encuentra dispuesta a dialogar y a trabajar para la realización del bien común” (nº 7).

Esta educación “impulsa a todos a vivir”, no solo a “ofrecer un servicio formativo”, y ensancha “el perímetro de la propia aula” (nº 10). Crea “relaciones educativas y pedagógicas” donde enseñar el amor cristiano, generar grupos solidarios y transformar el contenido de las ciencias para que respondan a “la plena realización de la persona y su pertenencia a la humanidad” (nº 18). (…)

Fuente de la noticia resumen del pliego Vida Nueva