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Fátima y la paz

12 mayo, 2017

En este año centenario de las apariciones de la Virgen María en Fátima se recordará una y otra vez su mensaje. En el marco de la primera guerra mundial, en Cova de Iría, ella dirigía un mensaje de paz a los tres pastorcitos de Aljustrel: Lucía, Francisco y Jacinta.

Al cumplirse los cincuenta años de las apariciones, Pablo VI viajó como peregrino a aquel santuario. En la homilía que pronunció aquel 13 de mayo de 1967 manifestó las intenciones que quería presentar a los pies de la Reina de la Paz.

En primer lugar quería rogar por la paz interna de la Iglesia. A menos de año y medio de la clausura del Concilio temía él que algunos tratasen de sustituir la tradición teológica de la Iglesia por diversas interpretaciones de la fe. Temía también que el ejercicio de la caridad fuera sustituido por otras prácticas profanas.

Ese afán de una pretendida modernidad no sólo dañaría a la Iglesia misma, sino que dificultaría el diálogo con los cristianos no católicos. Y además defraudaría las esperanzas de la humanidad que, a veces sin saberlo, espera de la Iglesia una palabra de verdad y un gesto de amor.

Así que el Papa pedía a María que preservara a la comunidad como una Iglesia viva, verdadera, unida y santa, llena de los frutos del Espíritu Santo.

En segundo lugar, el Papa llevaba a los pies de la Virgen de Fátima otra petición: la paz del mundo, amenazada por una carrera de armamentos que mantenía en un temor incesante el clima de la llamada “guerra fría”.

Pablo VI era consciente de la situación que vivían muchos fieles en los países en los que se pensaba que la negación de Dios era la condición indispensable para alcanzar la liberación de los pueblos. Así que pedía, además, la libertad religiosa en aquellos países que promovían el ateísmo y perseguían a los cristianos.

Tampoco olvidaba las enormes bolsas de pobreza y la plaga del hambre que afectaba a una gran parte de la humanidad.

En consecuencia, el Papa pedía el don de la paz, que solo Dios puede conceder. Y, al mismo tiempo, pedía a los hombres de todo el mundo que olvidasen sus intereses particulares y comenzaran a acercarse los unos a los otros con la intención de construir un mundo nuevo y más solidario.

Aquella interpelación tan poética como vigorosa es una de las piezas maestras del magisterio de Pablo VI. Con ella se hacía eco tembloroso de la voz de María, que había pedido a los pastorcitos orar por la paz y ejercitarse en la oración y la penitencia.

A cincuenta años de aquella visita, y al celebrar ahora el centenario de las apariciones de la Virgen María en Fátima, es este un buen momento para reflexionar sobre aquel mensaje profético de Pablo VI.

José-Román Flecha Andrés